ZOMBIES
Él es un producto de
aprovecho,
entre la presión
dominante y su familia reinante:
por un tubo mete horas.
Por el tubo del embudo
que atraviesa su garganta.
Se las meten los demás
como tortura:
ahoga o revienta. Mejor
ambas.
Que la vida siempre fue
una inquisición aficionada al homicidio,
de homo y suicidio,
a fuego lento. Mejor
cuanto más dolor.
Él es un producto resultante
de la suma de factores,
pocos, mal avenidos,
contraproducentes,
que han hecho de su
vida una madeja de conflictos,
problemas y grandes
errores.
Irreversibles irremediables
irreparables.
Tanto que ya nunca
grita urra, sino ¡irre!
Siempre reconoció su
irrealidad.
Él es hoy un hombre
desbocado:
por las ciudades con su
muestrario en mano
captando clientes de
saldo.
Los buenos se marcharon
¡hace tanto!
Como todo aquel que pudo
huir de esta cárcel de país.
País de mierda.
Él está atrapado en su
trampa de vida que no vio:
ratonera se confió;
ni buscó:
adentro le metieron a
patadas y golpes.
Algo no funciona aquí,
se dijo,
momentos antes de que
la maquinaria del sistema
le estallara llevándose
por delante manos, y cara.
Arrastrándole al
infierno de las deudas
la morosidad
sobrevenida
la objeción de
conciencia de políticos y ricos.
Todo lo que diga será
tenido en cuenta, le advirtieron,
antes de ponerle las
esposas:
una es pensión
alimenticia, otra compensatoria.
Siempre las esposas van
a pares.
Él es hoy un producto
de desecho:
un hombre sin derechos,
de trozos,
de ambiciones
aplastadas, de ilusiones robadas,
de sueños degollados
con el cuchillo romo
de una realidad
vengativa y asesina.
Quisiera hoy él estar
muerto, pero no le dejan:
para que siga pagando
lo que debe,
y lo que no.
Él es hoy un vivo,
muerto.
Los demás, contentos.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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