OJOS PARA QUÉ LOS QUIERES
Porque no supe
responder a la pregunta me miraste mal:
universitaria de
carrera con trabajo de gregaria.
Tú lo sabes yo lo sé no
te intereso.
¡Quién soy yo para
importarte!
Descubriste un día que
yo también tocaba el piano.
Mejor que tú, todos lo
vieron. Y escucharon.
Excepto tú que por
mirarme mal ni viste ni oíste.
Escribiste a
trompicones el sermón de tu montaña.
Yo una trilogía
histérica-fantástica.
Muchas la leyeron. Tú
no.
Que por mirarme mal las
letras no veías.
Subiste a tropezones tu
montaña de piedra.
Con dos saltos yo me
hice la ruta de la plata.
Algunas me aplaudieron.
No tú.
Que por mirarme mal me
confundiste con un zorro:
de tu montaña me
tiraste piedras.
Muchas no me dieron. Me
miraste mal también por esquivarlas.
Y me insultaste. Algunos
te apoyaron.
Diste dos vueltas a tu
casa y lo colgaste en tu red:
para oír cómo te
alababan las demás.
Yo di dos vueltas al
mundo y no se enteró nadie.
Salvo tú que me miraste
mal por eso.
Con tus botas chic
pasaste entera una mañana saltando charcos.
A nado salté yo el
charco más grande: el Atlántico.
Y por hacerlo me
miraste mal.
Tú te tiras de la silla
yo de un octavo piso.
Por no matarme me miras
mal.
Hiciste un garabato en
la pared:
yo pinté una capilla
quintina.
¡Y de tanto mirarme mal
ni la viste!
Ganaste a tus tres
amigas en el juego de la oca.
En el mayor casino de Las
Vegas reventé la banca:
por no perderlo todo me
miraste mal.
Da igual lo que haga y
lo que no,
sabes que por ti no es.
No importa lo que diga
o lo que calle,
sabes que no es por ti.
Pero haga o diga o lo
contrario
me seguirás mirando
mal.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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