lunes, 26 de noviembre de 2012

OJOS PARA QUÉ LOS QUIERES




OJOS PARA QUÉ LOS QUIERES


Porque no supe responder a la pregunta me miraste mal:
universitaria de carrera con trabajo de gregaria.
Tú lo sabes yo lo sé no te intereso.
¡Quién soy yo para importarte!

Descubriste un día que yo también tocaba el piano.
Mejor que tú, todos lo vieron. Y escucharon.
Excepto tú que por mirarme mal ni viste ni oíste.

Escribiste a trompicones el sermón de tu montaña.
Yo una trilogía histérica-fantástica.
Muchas la leyeron. Tú no.
Que por mirarme mal las letras no veías.

Subiste a tropezones tu montaña de piedra.
Con dos saltos yo me hice la ruta de la plata.
Algunas me aplaudieron. No tú.
Que por mirarme mal me confundiste con un zorro:
de tu montaña me tiraste piedras.
Muchas no me dieron. Me miraste mal también por esquivarlas.
Y me insultaste. Algunos te apoyaron.

Diste dos vueltas a tu casa y lo colgaste en tu red:
para oír cómo te alababan las demás.
Yo di dos vueltas al mundo y no se enteró nadie.
Salvo tú que me miraste mal por eso.

Con tus botas chic pasaste entera una mañana saltando charcos.
A nado salté yo el charco más grande: el Atlántico.
Y por hacerlo me miraste mal.

Tú te tiras de la silla yo de un octavo piso.
Por no matarme me miras mal.

Hiciste un garabato en la pared:
yo pinté una capilla quintina.
¡Y de tanto mirarme mal ni la viste!

Ganaste a tus tres amigas en el juego de la oca.
En el mayor casino de Las Vegas reventé la banca:
por no perderlo todo me miraste mal.

Da igual lo que haga y lo que no,
sabes que por ti no es.
No importa lo que diga o lo que calle,
sabes que no es por ti.
Pero haga o diga o lo contrario
me seguirás mirando mal.



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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