TORMENTA SIN IDEAS
Ay mujer. Tú sí. Tú. La
de la tercera fila en el teatro.
De este teatro de
marionetas en que has convertido tu vida.
De policías y ladronas.
¿Cómo era que llamabas a la mujer policía?
¿Policiesa? ¿Por
aquello de princesa presa?
Pues aun siendo reina
de los mares y las tierras dices tú que no gobiernas.
Que no reinas porque el
rey y sus vasallos no te dejan.
Afirmas tú que no te
dejan porque al rey yo lo veo amordazado
y a sus vasallos como
perros enjaulados.
También has dicho que
eran perros de presa:
¡Que los encierren y
pongan un bozal! Qué es eso de ladrar.
¡Y a trabajar!
A trabajar para ti y
tus vasallas. Que sí, que sí.
Que tú también las
tienes, que te gusta mandar y ser obedecida.
Y gritar e insultar
como el que más. La que más.
A todos callar.
Ay mujer que dices
estar hoy indefensa en este mundo, tu teatro:
has saltado de la
tercera fila a la primera dando solo dos aplausos.
Mundo de hombres canallas.
Todos malvados.
Que ninguno de ellos te
deja ser persona, y realizada, y protagonista,
en tu singular espectáculo
de la vida de mentira.
De mentiras que hoy
defiendes como puños con los puños.
Tú, indefensa.
Tú que al mundo, tu
mundo, sigues enseñando cómo vives asustada.
Protegida entre
granadas de mano, misiles de largo alcance y cazas.
Cazas F 29 contra
hombres por control remoto dirigidos.
Por ese control remoto
en que se convirtió tu gobierno
de falsos socialistas
falsos
e impuestas paridades.
Aquel sí, en que un
mediocre zapatero remendón y chapucero,
falso también y
acobardado, con sonrisa de etrusca pelandrusca
y mirada de Demoiselle
dÁvignon, de entre ellas la más fulana,
robó unos votos por la
vía de las leyes trampa.
Trampa para unos fiesta
para otras.
Mujer que arropada como
una niña,
infantil por definición
e inmadura por convicción,
con la prensa y todos
los poderes represivos del estado
has hecho de la rabia y
la ira tu modo de vida.
Tu modo tu medio y tu
entero.
Que a fin de mes por
esta guerra homicida,
nada que ver con
feminicida,
del cielo te cae un
sueldo sin merecerlo.
¿No dignifica el
trabajo a la persona?
¿Qué vocablo usamos
cuando lo que es indigno es el trabajo?
Pero no te importa. Miras
para otro lado que la pasta es lo que cuenta.
Y el poder. El poder de
arruinar la vida a los demás, hombres.
Mujer de la primera
fila que has saltado al escenario
de un teatro transformado
a tu medida y semejanza.
Donde vestida de
amarillo y rosa
y brazaletes negros, que
las muertes son muertes negociables,
convenientes a tu causa
como números de cuentas y estadísticas,
al público femenino
lanzas tus soflamas.
Y arengas a esa masa
gritando
que ya va siendo hora
de despertar para luchar.
Lucha que en tu caso es
rabia es cólera es venganza.
Y al enemigo lo tienes
bien definido: es hombre. Masculino singular.
O plural.
Más enemigo cuanto más
hombre. Y cuantos más.
Más enemigo cuanto más por
él te has visto rechazada.
Tú, que tanto te gusta
ir de cama en cama de liana en liana
aunque a tus compañeras
de batallón ocultas
quién te tiras cuándo cuántas
veces qué días.
Los pares a Abimelec, los
impares al Marqués.
Aquel te da placer el
marqués algo menos.
Y algo más pues te
compensa con dinero.
Y regalos. Y amistades
importantes.
Mantiene tus finanzas saneadas
y tu ego levitante.
Mujer teatral de teatro
histriónica que la cabeza te has llenado
de mierda ideológica:
rabiosa excluyente
persecutoria coactiva.
Nada hay original en
esto pues así lo hicieron antes los fascistas.
Hombres y mujeres: ya
funcionaba aquí la paridad práctica.
La persecución cuánto motiva,
¿a los perros de presa?
También a las perras, tratémonos
de igual a igual.
Que has hecho de la
democracia un fraude del fraude la venganza.
De la venganza un
camino que hoy llamas libertad. Peor aún:
igualdad. Y en ley la
has convertido.
Redactándola a
escondidas en los sótanos de la perversión,
la manipulación y el
engaño. Más conocido como política.
Enfundada hoy te hallas
en esa bandera
para tapar tus encantos
lo mismo que tus frustraciones.
Mira qué cosa más
linda:
con los primeros
disfrutabas, con los segundos jodes.
De ese joder bien distinto
al que tanto te gustaba,
antes de convertirte en
una adicta a la campaña.
A favor de la
desigualdad.
Hoy te haces pasar por
una de sus agentes
pero no es igualdad lo
que ansías:
te has nombrado Agente
de la condicional.
Pues sólo a condición
de poder hacer tú lo que quieres,
cuando quieres como
quieres,
¡y reclamar por ello!
dices haber recuperado hoy
tú la libertad.
¿Qué te pasó dónde fue
cómo cuándo por qué?
que te confundiste
tanto.
© CHRISTOPHE
CARO ALCALDE
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