NOS SOBRAN LOS MOTIVOS
Las razones de por qué
nos convertimos en unos imbéciles
no las tengo claras.
No por escasas sino
sobradas.
Tantas hay que un análisis
somero de las mismas me confunde.
Más aún de lo habitual.
A mí.
Que sabes soy tan
superficial.
Quisiera hoy compartir
contigo algunas de ellas
para que no te me
pongas tontorrón,
que siempre viste en mí
lo que no hay:
un tipo con suerte.
Y yo en ti un
envidioso:
lo que hay. Amigo. Lo que
hay.
Descubriremos nuestros
defectos mirándonos el uno al otro.
Esa imagen especular es
la que nos tiene tan unidos.
Hablaba yo de las razones
que hicieron de mí un gilipollas.
Y de ti, amigo, y de
ti.
Te cuento ahora cuándo
fue que en mi constante afán por mejorar
me hice con ellas.
Diría yo que esto
ocurrió poco después de despertar
del sueño breve aquel
de la infancia:
fugaz tiempo para los
no inocentes
calvario eterno para
los que sí.
Cuatro puñetazos en el
aula
diez pisotones en los
partidos
y cien insultos de
propina
nos abrieron los ojos y
las heridas:
descubrimos que éste
era un mundo de hijo putas.
De tramposos mentirosos
y canallas.
También cobardes.
A correr todos, para
que no te jodan y para joder tú antes.
De ese joder que no es
una variante de follar.
Somos hoy grandes
atletas en esto del engaño y las apariencias.
Ya sabes el por qué. Y en
el cuándo te he dicho cómo y dónde.
En el quién estamos tú
y yo. Y puede que todos los demás.
Nos queda saber hasta
cuándo y cuánto
nos la vamos a meter el
uno al otro.
Sigo hablando de joder,
no de follar,
no siento en este idea
no poderte complacer.
La imbecilidad también cuesta
lo suyo.
¿O creías que la
estupidez va a salirnos gratis?
Al respecto tengo
alguna idea:
en mi análisis empírico
me baso.
Licuefacción de datos
recabados bajo la presión
de mis sondas
extrasensoriales,
llámense sensores
electrofísicos sin más,
y hechos de dudosa
credibilidad con gran impacto social.
Opino y tú ya me dirás
si me equivoco,
que habiéndose cerrado
para nosotros hace tiempo
esas puertas de la
percepción clarividente
no se nos va a quitar
la tontería,
por mucho que desde
nuestro afán por parecer inteligentes
se intente.
Puede que ahora te
preguntes si vale la pena
seguir con esta rémora
adelante
o es mejor dejar algo
de sitio para las nuevas generaciones:
cuentan que vienen
pegando fuerte.
Claro que también decían esto de nosotros y mira tú, sí.
Sí que nos han pegado
fuerte.
La de hostias que hemos
visto,
que nos daban.
Antes por jóvenes ahora
por no serlo mañana por viejos.
Supongo que con los
nuevos será la misma historia
repetida años más tarde.
No sé si lo supongo o
lo deseo,
llámalo rabia justicia
ley de vida desmemoria.
O simplemente mala
hostia.
Diría yo que de esto
nos sobra.
Sin embargo a tu
pregunta yo contestaría:
¿no te has dado cuenta
de que al cretinismo
aún no se le conocen límites?
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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