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Va a ser que no. Que
esta vez no. Que tampoco.
Que llevo todo el día
yo asomándome a las ventanas.
Corriendo de una a
otra. Del ala norte a la sur, del este al oeste;
y nunca supe que tenía
tantas alas esta casa pero en fin.
No para ver salir el
sol por donde debe, que sí lo hizo sin faltar un día más,
sino para ser testigo
del color:
rojo intenso, violeta
pálido, morado negro.
O ver incluso si
revienta y nos estalla en toda la cara.
Pero no: débil flojo
sol de invierno nada más.
Y digo yo nada más con
decepción.
Que tenía yo ganas de
ser testigo de algún hecho trascendente.
Aunque luego no lo pudiera
contar pero que me quiten lo bailado
y lo que no que esto ya
me llevo por delante.
O me lleva a mí por
delante y a tomar por saco todo.
Pues no. Hoy,
tampoco.
No han venido platillos
como locos a invadirnos para quitarnos los recursos.
¿Con qué recursos?
Ni han salido del
centro de la tierra gigantescos monstruos
ansiosos de iniciar la
guerra de los mundos.
Cualesquiera que sean
esos mundos
que los peores puede
que ya los vivamos en este.
Ni siquiera un mesías
pringadete se ha abierto las tripas
en directo vía satélite
pay per view,
para redimirnos pecadores
que somos pobres mortales.
Razón tendría en esto
último: somos pobres y mortales.
Sobrados estamos de
ambos, hubiera hecho religión de su espectáculo.
Pues hoy,
tampoco.
Y ya no sé las cuentas
que yo me he hecho con esta profecía y otras tantas.
Que se acaba el mundo,
que esta es de verdad
que lo dicen esos mayas,
aunque pocos sepan dónde
carajos están.
Que sí que esta es
verdad. Que no viene de Juana la Loca la advertencia,
ni de Pepe el Monaguillo
que tan bien adivina su futuro
mirándose la roña de
las uñas.
Ni siquiera de Telmo el
Mudo desde que se le apareció la virgen
contándole no sé qué
cosas.
O digo yo que Telmo el
Tonto mudo se volvió
porque igual la virgen
no era tan virgen y estaba en pelotas.
Y a lo mejor Telmo el
Tonto no era tan tonto y se la trajinó:
para no contarlo enmudeció
que se jodan todos los listos del pueblo.
Va a ser que no son
tantos.
Y hasta hoy hemos
estado contando las fechas del calendario
tachando fechas chungas
en el almanaque:
tantos días menos uno
para que se acabe el mundo.
Tampoco hoy.
No negaré que fue una
desilusión. Qué digo,
mala hostia que tengo
de que hoy ya no va a ser.
Y mira tú que este
mundo de mierda dura y dura como si valiera la pena.
Y ni vale la pena ni la
gracia.
¡Ni que nosotros fuéramos
gente importante!
Va a ser a todo que no:
al mundo a la puta gente y a sus cosas.
Y mira tú que a mí me
hacía ilusión esto de que,
por una vez,
pudiera yo ser testigo de
algo interesante. Digno de ver, que se dice.
Al menos, al menos una
vez por favor sí esta vez.
Bajaré las persianas de
la casa y me iré a dormir como un día cualquiera.
Que eso sí es lo que
nos ha dejado el mundo:
Otro día más de mierda.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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