PRINCESA POR COMPASIÓN
Qué bien disimulas,
querida tuya:
te pasaste la vida
pidiendo, fingías que estabas dando.
Cómo a todos engañas,
queridísima tuya,
más te amas que a nada,
prometes querer a todos.
Grande es tu habilidad
de engaño: no sólo los tontos te creen,
más inteligentes he
visto besarte devotos los pies.
Ausente de todos ellos,
en tus tacones volabas.
Nada te duele por
nadie, ellos deben dolerse por ti.
Ayer mirándote en tu
espejo del cielo, levitabas de presunción y pompa:
tú más reina que la mejor
loca reinona.
Ínfulas las que tú te
dabas, entre fiestas de aduladores, camellos y pagafantas.
Con los aduladores
bailabas.
Bajo los camellos te
revolcabas: a polvo tuyo las dos rayas del suyo.
Y el pagafantas de
turno, que sí que sí que los tenías por turnos,
saldando tus deudas de
juego era el que te llevaba a casa.
Mira tú que ese que más
te quería no ponía su mano encima
de otra cosa de ti que
no fuera la tuya.
Mírate tú queridísima
que de todos te aprovechaste,
hoy a ratos entre la
nostalgia a otros en el autoengaño,
aún no ves que para los
demás, sólo eres y fuiste un lastre.
Ay queridísima tuya,
que de aquel bello pájaro cantor
insinuándote alcanzable
a tu coro de pájaros bobos
hoy quedas arrugada y
sola
como el más inútil de
los espantapájaros.
No vengas hoy por mí, repudiadísima
mía,
que si por suerte
entonces no te conocí
ahora hacerlo no quiero.
Intenciones ninguna
tengo.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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