1215M1Y.O.
El bebé de la disidencia
pacífica amable buen rollista noblona y
silenciosa
cumple un añito. Lindo y hermoso.
En la misma cunita que lo vio nacer:
mirando al sol y con una campana por sonajero.
Ha aprendido mucho desde entonces:
alzar los brazos, hacer los pajaritos y gritar
en silencio.
Proeza de niño. Aunque aún no sigue la mirada
de la gente.
Vino al mundo como el espíritu santo.
El mesías de la nueva era convocando a los
fieles vía eseemeeses,
correo spam solidario y vídeos en you tube yo
también. Estuve allí.
Vídeos para adultos, mayores de siete años,
de besos castos abrazos en grupo y cadenas
humanas haciendo el corro de la patata.
Y banda sonora ad hoc:
“Que llueva que llueva que de aquí no nos
moverán.
El pueblo hundido ya no será vencido. No pasarán
no pasarán.”
De asamblea en asamblea, de iglesia en iglesia,
transmitió al universo todo ese dulce mensaje
de que otro mundo es posible.
Que los justos no pagarán por pecadores.
Que los pecadores pagarán por sus culpas.
Que las culpas no serán cosa de todos.
Que todos haremos justicia.
Que la justicia existe en este mundo imposible.
Imposible no adherirse a tan noble propósito.
Pero solo hay dos formas de combatir las
instituciones:
desde dentro para desmontarlas,
lento y laborioso,
o por las armas.
Contundente y rápido.
El pueblo de los conducidos no tenemos tiempo
que perder
y ansiamos acciones rápidas:
más golpes de mano y menos golpes de efecto.
Los chicos,
y chicas,
del 1215M1Y.O. no son un ejército de conquista.
Prefieren el diálogo.
Ni una legión con cabra loca al frente.
Que siempre tira al monte y esto es combate urbano:
barrio a barrio.
Ni siquiera una guerrilla escurridiza y hábil: pocos
recursos, grandes logros.
Con el rosario de la liberté fraternité
igualité en una mano
y las bendiciones en la otra
margaritas en el pelo el fular arcoíris al
cuello
tatuado en el brazo, izquierdo por supuesto, make
love not war
y a coro entonado “guif pis a cheins y pipol tu
de pogüer”,
ungen a cada ciudadano converso del espíritu
divino sublime y puro
que hará de este planeta un lugar más inocente
y por ende mejor.
Menos salvaje.
Y todo sin disparar un tirachinas. Solo con paz
amor y aviones de papel.
Organizados horizontalmente, han desterrado la
figura del líder.
Enterrado al interlocutor válido. Al negociador
colectivo.
Condenado toda posibilidad de éxito:
las instituciones, el estado, es el enemigo.
Y el estado, también el democrático,
tiene todos los mecanismos de defensa que el
bien por el interés general otorga
para criminalizar cualquier acción que al
frente le pongan.
El estado sí tiene ejército. Por si acaso.
Policía. Por si las moscas.
Jueces. Por la justicia.
La justicia que escribe el estado con letras de
oro:
la justicia es cosa elevada y el pueblo quien
paga.
Usemos los lingotes del banco. El del estado.
A nuestro tierno bebé del 1215M1Y.O. aún le
queda mucho por aprender.
Se abrió la puerta de la posibilidad de madurar
hace un año,
cuando a la democracia le da por preguntar al
pueblo qué quiere
para hacer luego lo que le conviene.
Al estado. Que al pueblo en los próximos cuatro
años se le calla.
Y los que le vimos nacer creyendo que nuestro
bebé sería de verdad el padre,
el que sabe lo que te aflige te conmueve te
duele,
pronto nos quedamos huérfanos.
Huérfanos hijo y padre.
No pasará nuestro bebé de la infancia si no madura,
se uniformiza y saca los dientes.
Hay que tirar los de leche para morder donde
debe.
Meterse en el nido para arrojar a los halcones.
Hacerse con el control del territorio. Dominar
al dominador.
Reestructurar ejércitos.
Reubicar policías.
Rediseñar leyes para poner a trabajar a los
jueces:
a favor del pueblo y contra los que nos han
enterrado vivos.
Hay que cambiarlo todo, pero tendrá que ser
desde dentro.
Abandonar las hogueras mirando puestas de sol.
Dejar la acampada libre, las asambleas de
plaza,
los delegados de acera, el voluntariado
cautivo.
Hay que dejar de hablar.
Empezar a combatir.
Claro que, una vez dentro, quedan los miedos.
Miedo a cambiar la tienda por una casa en la
playa.
La acera por una oficina.
La plaza por una consejería.
La bici por un coche oficial.
Los eseemeeses por congresos con cargo al
gobierno.
Con banderas, insignias, vino español y todo
eso.
Los delegados por ministerios.
El encargado de atender a los medios por el
portavoz oficial.
Con nuevo discurso oficial.
Los bancos de tiempo y de alimentos,
por los que dan buenos dividendos.
Quedan los miedos de que todo cambie para
volver a empezar.
Quizá por eso nuestro bebé no quiera madurar.
Sabe que,
de mayor,
será como los demás.
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