CENPELIAS
Quién nos iba a contar, allá por los años
sesenta,
que pasados sólo cincuenta aquí íbamos a seguir
dando guerra.
Y paz. No todo va a ser pelear.
Quién me iba a decir a mí, esposo mío,
que nos iba a llevar tanto tiempo dejar esta
universidad:
llamada vivir en pareja de a dos.
No sé qué hicimos mal, o qué fue lo que hicimos
tan bien,
porque aquí estudiando seguimos.
Yo a ti tú a mí.
Tú la forma de escaquearte, quizás con el
chupito en una mano escondido.
O la herramienta guardada para un nuevo castillo
en la otra.
Yo la de controlarte. Un poquito, solo un
poquito.
Alguien debe poner orden: siempre fuiste un
gran rebelde.
Y un pequeño macarra.
Creo que tuvimos suerte porque hoy nada echamos
de menos.
Si acaso, algo de más: las arrugas, los años.
La cosa no va más allá.
Son los años alforjas llenas de vida, de
alforjas entendemos un rato.
Y la vida está llena de cosas.
Cosas que no son cosas: llámalo hijos. Llámalo
nietos traviesos.
Traviesos como el abuelo, parece que nadie anda
lejos.
Y listos… Ese puñetero Hugo, va a acabar con
mis ahorros.
Solo se me ocurre a mí prometerle por cada
sobresaliente un euro.
¡¡Por qué no haría el trato en pesetas!!
Llámalo también familia. Toda, casi toda entera.
Toda, casi toda cerca.
Una cosa me intriga, no obstante.
Y es que siendo de tan cerca los dos, mi esposo,
cómo es que estos hijos nuestros se casaron con
gente desde tan lejos.
Por ahí sé que está Barbate pero, ¿dónde se
encuentra Cuba?
Quién nos iba a decir a nosotros, esposa mía,
que habiéndonos conocido con nada y habiendo
trabajado tanto
podamos ver ocultarse el sol sin tener el sabor
a fracaso
que dan las vidas no completadas.
Aunque pensándolo bien, y por habernos enamorado
en La Rioja,
¿qué podía salirnos mal?
Si ya todo el mundo sabe que no hay mejor lugar
en la tierra
para reír comer y beber. Que es como nacer y
vivir.
Sin embargo, hoy debo confesar: yo sí tengo dos
regustos amargos
que no he conseguido endulzar con el tiempo.
Por mucho que he insistido y más que habré batallado.
Cada año.
Cada año.
Uno es que a mi hija el mazapán no le guste. ¡De
Soto!
No habiendo mejor dulce en este universo, La
Rioja tenía que ser otra vez,
¡cómo puede ser tan hereje y no rendirle
homenaje a su padre!
Esto, casi, no lo soporto.
Y el otro, no sé cuál de los dos es peor, que a
ese hijo que va de artista
¡Aún no le gusten los toros!
Y me joda cada año la fiesta, diciendo ¡boicot
toros no!
Esto, de verdad que no lo soporto.
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