miércoles, 16 de mayo de 2012

CONTRA






CONTRA


Ayer conocí a un miembro del frente para la liberación de las Naciones Unidas.
Activista,
ahora no se puede decir revolucionario porque las revoluciones son para los violentos.
Las revoluciones sangran hacen ruido humean y huelen.
Y eso, eso no se puede.
Activista, decía, comprometido como pocos por las causas perdedoras.

Él defiende que son las únicas por las que vale la pena luchar.
Al no prosperar, no dejan huellas. No cambian la sociedad para mal.
No ponen nuevos tiranos en el poder de los injustos.

Envuelta su cabeza en una bandera blanca, por el calor,
y bien pertrechado con toda clase de armas de juguete
cantaba a pleno pulmón enfisémico el himno de los contralegionarios:
“un  globo dos globos tres globos. La vida es un globo que se me explotó.”
En su discurso se oían frases como:
desunión de las naciones
fusión fría de los poderes público privados
atomización de la sociedad para energía verde y duradera
desdemocratización de la política inactiva
reestructuración de las infraestructuras político económicas.
Y la mayor novedad incorporada a los discursos:
“planes de rescate para pobres”.
Donde cada rico dividirá su fortuna en tantos pobres como sea posible.
Aún no había pensado en el efecto secundario indeseable
de una sociedad donde sus miembros dispusieran del mismo capital
y el subsiguiente repunte inflacionista.
Pero estaba en ello.

Me convenció con su mensaje flemático y sin emociones.
Cual feligrés le seguí durante un buen par de metros,
lo necesario para darme cuenta de los inconvenientes.
Y de que no vale la pena tener líderes:
siempre pasan la cuenta.
Por mucho que digan que son el pueblo mismo.

Ni tenemos cuentas para repartir
Ni estamos para cuentos.


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