Así, debía afrontar un nuevo dilema: cómo liberarse del conflicto. Habiendo pasado una semana entre sudores desconocía si ya se había presentado la policía buscándolo. Primero llaman mostrando una falsa amabilidad, pero esos traidores siempre vuelven para echar la puerta abajo con el buldócer de la orden judicial: el documento dimanante de las tablas de la ley redactadas directamente por dios. E igualmente aplicadas. Otra vez la farsa de la justicia omnipresente y todopoderosa arruinándole la vida. Desconocía si ya iban en camino, si la maquinaria de represión se había activado, si la condena había sido redactada; con ese vocabulario prepotente farragoso enigmático e intimidatorio de dios en su mejor momento.
Pero no estaba dispuesto a ser una presa fácil, no se rendiría con la mansedumbre del que ingenuamente cree que bastará con su inocencia. <
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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