Cuando la enorme ola cruzó el eje transversal del barco, se hundió la proa con la misma fuerza que había ascendido, retirando el agua sobre Charles e impulsándola en sentido contrario. Éste rodó por el suelo como un muñeco hasta las piernas de Fausto, donde cual águila clavó sus garras en las botas Bodysaver.
-¡Esto se está poniendo feo, deberíamos volver!
-Merde! Ayúdame!
La cámara colgando por la correa del cuello; asido a la barra con un brazo del otro tiró de Charles y quedaron ambos en pie. Observando el oleaje interior: de juguete pero problemático, arrastrando de aquí para allá pequeños objetos que golpeaban en todas direcciones como cantos arrastrados por el río; chocando con muebles, paredes, ellos mismos. Uno de esos objetos encalló en los pies de Fausto, contra su impermeable bota Bodysaver empapada de agua. Tan llamativamente brillante a la luz de los relámpagos que sintió curiosidad, rescatándolo de su particular naufragio. Una caja metálica de algo más de un palmo de largo por unos diez dedos de anchura y cinco de alto. Lo cazó bajo la axila y propuso: <
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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