¿Que no se ensañaron con el prisionero, violaron, robaron o simplemente asesinaron a un soldado desarmado? ¿Fueron nobles todos sus actos y en defensa del justo ideal y la verdad? ¿Qué significaba eso exactamente? ¿De qué lado está la justicia y la verdad si cada bando cree tenerla de la mano? ¿Y fuera del combate? ¿Habían actuado siempre con la misma supuesta bizarría? Hombría valentía honestidad… Él lo dudaba. Seguro que los viejos escondían cientos de secretos y de pecados inconfesables. Y que habían vivido tanto no por merecerlo sino por suerte. Simplemente.
Ahora, por otro capricho del destino sus caminos se habían cruzado. Para acabar desafiándole, humillándole y provocándole con la duda. Negando unos hechos que no habían presenciado, únicamente por la conclusión lógica que emanaba de sus conocimientos. Indiscutible reflexión acerca de lo que podía o no ser cierto. Por no creerle le agraviaron doblemente. Por no querer participar en la inútil disputa le pegaron. Y en esta última pelea fueron vencidos. Fin del asunto.
Pero a Fausto le quedaba ahora la difícil tarea de demostrar lo ocurrido. Ante los demás y, peor, un juez. Donde con toda probabilidad un tipo de negro verdugo ya entrado en años simpatizara con los abuelos de su generación y, con el agravante que suponía haber actuado desde la juventud, le condenara a la pena máxima. Que no era la muerte, quizás ésta hubiera sido un premio dadas las circunstancias, sino la perpetua. El perpetuo morir de cada día al despertar tras las rejas y descubrir que no es un sueño. Que esa tortura se va a repetir hasta que llegue la libertad en forma de última exhalación.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
No hay comentarios:
Publicar un comentario