Se levantaron. Charles avanzó en primer lugar, esquivando cuerpos dormidos en el suelo, bancos, bultos, ropa, maletas. Algo que confundió con una mochila se movió y le asustó. Era un niño arrebullado entre abrigos.
-¿Qué pasa?, sigue. –Dijo Fausto en voz baja.
-Nada, nada. Ya voy. Cuidado con eso, es un niño.
-Pues parece un saco de ropa vieja.
-Shish, calla. Nos van a oír.
-Espera un momento, he olvidado algo.
-¿Ahora?
-Vuelvo enseguida. Quédate ahí.
Fausto regresó a su rincón y del petate extrajo la nueva cámara de dieciséis milímetros: una Bell & Howell mejorada para imágenes con poca luz. Tomó un plano general de la escena y retornó junto a Charles.
-¿Qué haces?
-Ya lo ves, filmar.
-¿Y para qué quieres grabar a gente durmiendo? Además, no se ve nada.
-Tú continúa que yo te sigo. Y cerremos esa ventana de una vez que me está poniendo nervioso.
-Très bien, très bien.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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