Todas las mesas, sillas y cualquier pieza de mobiliario estaban atornilladas al suelo. Agarrándose a ellas cruzaron el comedor. Tras la barra de servir al público, en un rincón el ojo dando golpes. Una pequeña circunferencia de cristal y latón de treinta y cinco centímetros que junto a otra media docena situadas en la parte alta de la pared se abrían para ventilación cuando el clima lo permitía. Alguien debió cerrarla mal, o simplemente olvidó hacerlo. Agua de lluvia y mar había entrado por la oquedad, e iba y venía por el suelo en un ensayo de minioleaje siguiendo la danza del barco. Por debajo de la ventana una mesa anclada a la pared daba servicio al camarero. En el suelo, entre mesa y barra, cristales rotos. De algún vaso o botella, no se distinguía bien. Únicamente el ruido de éstos al pisarlos y quebrarse.
-Ten cuidado.
- Je sais, je sais. Mon dieu, c'est une catastrophe! ¡Ayúdame!
Charles se impulsó en el hombro de Fausto para subir a la mesa de un salto, pero justo cuando otra ola bañó ese costado del barco. Por la ventana entró una buena cantidad de agua que le empapó la ropa. Fausto de un salto sorteó el chapuzón. << Merde! Merde, merde! >> -Exclamó. Cerró el ojo de buey y saltó de la mesa al suelo.
-Ay! Arg!… Qui est trop!
-¿Qué ocurre?
-¡Creo que me he cortado! ¡He pisado un cristal!
El barco, cruzado por una ola de ocho metros, arboló más de treinta grados sobre la horizontal. Lanzando a Charles y Fausto contra la pared quien soltó la cámara para agarrase al mostrador, pero Charles cojeando por el daño del pie se dio de lleno contra la pared escuadra y fue a parar al suelo. El agua de lluvia y mar que bailaba por la estancia se le echó encima: enrabietado aún por los zarandeos no pudo escapar.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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