miércoles, 2 de octubre de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte LIII (relato alargándose)



Los dos amigos ancianos habían encontrado a Fausto en el suelo, enrollado como un ovillo. Protegiéndose quizás del mundo en una postura fetal inconsciente. Al principio pasaron de largo, pero ya que nunca se veía a nadie por allí les extrañó su presencia, y creyendo que quizás estuviera enfermo, tan cerca del peligroso acantilado, retrocedieron a despertarle. Fausto, traumatizado todavía por la dura experiencia, no se atrevió a ponerse en pie, temiendo que al hacerlo cayera de nuevo al mar. A pesar de haberse alejado ya más de veinte metros, avanzaba arrastrándose como lo había hecho los últimos sesenta minutos de escalera. Exhausto, llegó a la cima al límite de sus fuerzas y de su resistencia psíquica.

La pareja de ancianos, atajándole la huida, o el avance en retirada que en esta descripción no se pusieron de acuerdo, se colocaron formando una pared, con la cabeza de Fausto a la altura de sus tobillos.

-¡Bueno, basta ya de esta absurda situación! Si quiere irse hágalo. ¡Pero póngase en pie como un hombre! ¡Me está poniendo usted nervioso con esta actitud! 


Ante las narices de Fausto el calzado de los ancianos. Uno de ellos, con su misma marca de botas: Bodysaver. Quizás fuera por este detalle casual, quizás no, pero volvió a la realidad. Mirándoles desde el suelo, alzó un brazo y con la ayuda se puso en pie.


-Gracias, muchas gracias. Son ustedes muy amables. ¡Ahhh, qué frío!

-¡Cómo no va a tener usted frío! ¡Si está empapado!

-¿Qué? ¿Se emborrachó y le pilló la lluvia durmiendo al sereno? Porque esta madrugada ha llovido bien, deduzco que habrá pasado aquí la noche. ¿O se tomó algo que no debía y quedó inconsciente? Estos jóvenes…

-¡Por dios santo Smitz, tú siempre pensando en lo mismo. Quizás el joven se ha perdido. ¿Es así? ¿Se perdió usted? Nosotros paseamos de vez en cuando por la zona y nunca nos hemos encontrado.

-El médico, ya sabe. Que a estas edades prohíbe todo y además nos obliga caminar.


-No, no. no me he perdido. Vivo no muy lejos de aquí.

-¿Entonces? ¡Me tiene usted en ascuas! ¿Qué le ha ocurrido buen hombre?

-Te digo yo que este muchacho se ha cocido esta noche.

-Vale ya Smitz. ¡Deja al joven que se explique!



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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