martes, 11 de junio de 2013

11ª PAG. DEL NUEVO PROYECTO LITERARIO





hizo ningún gobierno de cualquier color al que sorprendió la crisis: mucha matemática pero le fallaron las cuentas de su pronóstico.

Los mal administrados sureños cedieron puestos en su consumo interno. Para hacer frente a las deudas y a la vez alimentarse, forzosamente se volvieron austeros. La receta favorita de la Dama. Y al igual que yo con los negocios del barrio, países enteros descendieron sus gastos al nivel indispensable. Adiós Mercedes Bemeuves Audis y pocos Volkswagen. No más electrodomésticos Siemens Neff AEG. Nada de herramienta Bosch ni tecnología punta alemana: nuestro mejor visado de exportación.

Dimos la espalda al que era cliente principal, el vecino, y se esfumó la cuota de mercado. En Asia había que pelear por un tornillo en India tirar los precios en los países árabes muchos conflictos en China pocos ricos en USA sobraba producto nacional de calidad, y en África faltaba de todo pero lo que más, dinero.

Para cuando llegué a la oficina postal, sin quererlo tenía un análisis de la situación: el barrio era un reflejo de la sociedad en retirada. Y ésta llevó a los países a la bancarrota. ¿O fueron sólo banqueros codiciosos y políticos ineptos?



-Buenos días.

-Guten Morgen. Qué desea.

-Vaciar mi apartado.



Debía mostrar convencimiento y dominio de la situación, o aquel tipo huraño con mirada de sospecha se daría cuenta de que yo no era el propietario del tesoro. Cualquiera que éste fuera.



-¡Pues usted mismo!



Me cazó con la respuesta, ¿qué quería decir usted mismo? Disimulé. Había aprendido mucho en el arte del disimulo últimamente. Disimulaba con los vecinos aparentando estar ocupado, disimulaba en el supermercado al mirar los números pequeños de los productos, esos en los que te dicen a cuánto sale de verdad el kilo o el litro, disimulaba al pagar, llevaba la cartera llena de papeles inútiles para que se viera que la mía no era una anoréxica habitual.

© CHRISTOPHE CARO ALCALDE


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