CARRERA
Ella suplicó que no le
abandonara, que no se fuera
así, de esa manera.
Sin avisar sin razonar
sin dialogar sin ganas.
De volver.
Que iba a devolver por
el camino si no he desayunado cómo hacerlo
-le replicó. Él.
Desfallecer quise decir
desfallecer no te vayas así o lo lamentarás.
-contrareplicó. Ella.
Deberías estar
acostumbrada ya lo he hecho otras veces. Déjame en paz.
No te dejo no te vayas
toma algo ¿no ves que lo hago por ti?
No insistas tanto suéltame
tengo una cita llego tarde.
¿Con esa pelandrusca
otra vez? ¡Te prohibí que volvieras a verla,
no te consiento esa
desobediencia! ¡No se te ocurra marcharte!
¿O qué? –respondió él.
Devolvió aquella bola
de partido con tal fuerza que ella quedó boquiabierta.
¡Que no vuelvas!
Error.
¡Así lo haré ya me
tienes harto! ¡No soporto tus intromisiones
tus espionajes tus
sospechas tus órdenes!
¡Pues vete ya de una
vez! ¡Y cierra esa puerta que están entrando moscas!
Dos semanas más tarde
ella buscaba a su hijo en las listas de desaparecidos.
Y hasta hoy, que tras
cinco años desesperados
aún no ha perdido toda
esperanza.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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