lunes, 12 de agosto de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte XX (relato breve)




Aquella inquietante muestra de afecto quizás fuera el beso de la muerte y seguro el del adiós.

A petición de la anciana, Fausto se vio obligado a hacerle una foto antes de huir escaleras abajo. Tropezando y sofocado. Espantado de un mimo persecutorio que no era capaz de desprender de la mejilla: un beso pegamento un beso trampa un beso azote un beso mala conciencia un beso vivo. Al rojo vivo impreso quién sabe si para siempre en su rostro desamparado.

Cuando semanas más tarde reveló la foto de la vieja, no pudo soportar en ella el blanco y negro: la pasó a color con rotuladores. Era una imagen demasiado mortal, demasiado real del fin de los días. Su mensaje tan deshuesado y directo como tener un cadáver en su cuarto TTL descomponiéndose. Al menos el color disimulaba el corpore insepulto.

Fue a partir de esa fotografía, más el esperado fracaso de sus exposiciones junto a la creciente insatisfacción de un trabajo limitado al mundo plano y estático de las dos dimensiones, que desarrolló plenamente la idea de que había llegado la hora de librarse del estado de defunción. Del asedio de sus cuerpos inanimados. Algo que por largo tiempo ya rondaba su cabeza con remolinos interiores de duda pregunta no respuesta. Si quería despojarse de la funeraria en que había convertido el estudio debía dar el salto al movimiento. Y la expresión ya era casi un aforismo.


Por un contacto con el gerente de la galería fotográfica consiguió una vieja cámara de ocho milímetros. Un tomavistas Yashica Electro 8 sin sonido donde poder registrar desplazamientos: adecuado paso intermedio de la fotografía a la película. Tras unas breves explicaciones y un manual en japonés que no supo interpretar, averiguó con las primeras y los dibujos del segundo la forma de operar aquel invento. Simple y anticuado pero un comienzo.





© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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