miércoles, 21 de agosto de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte XXXI (relato no tan breve)



Se disponía a cambiar de rollo emocionado con los primeros planos llenos de visceralidad y crudeza, cuando la pescatera entró al cuarto cerrando la puerta tras de sí.


-Aquí tienes todo, hermoso. Te he puesto de lo bueno lo mejor, no sé por que, pero siempre me has caído bien. He añadido medio kilo de lomo de foca que me entró esta misma mañana. Fresco como no hay otro en todo el mercado.


Dejó las dos bolsas en el suelo y una nube espantada de moscas inmediatamente se posó sobre ellas. Algunas, también dentro. Un último regalo para los postres, quizás. Después atrancó la puerta con un grueso cerrojo que mostraba algo menos de herrumbre que el resto del metal: un efecto involuntario de pulido provocado por el uso.

Se acercó a Fausto quien la miraba de reojo con desinterés mientras completaba su operación de cambio de rollo sobre la mesa, previamente cubierta con papeles de envolver el pescado.


-¿Tú no hablas mucho, verdad? –le dijo quitándose el delantal de plástico que arrojó con desprecio al fregadero. Un rápido goteo del grifo averiado caía sobre él, deslavando los restos de sangre y arrastrando la suciedad hacia el desagüe, parcialmente obstruido, donde se acumulaba el agua enrojecida. Se quitó los guantes de goma que fueron a parar al mismo sitio de la misma forma con el mismo gesto, y mal limpió las manos con uno de esos papeles. Las manchas de sangre reseca no se fueron. Con la izquierda asió a Fausto por el brazo y lo giró hacia sí.


-Casi mejor. Quien mucho habla no suele decir más que bobadas. –Añadió. Con los botones superiores desabrochados mostraba ahora un amplio escote oculto antes por el 
delantal. Él, sorprendido dejó rollo y tomavistas pero no se intimidó. El mensaje era muy claro. 



© CHRISTOPHE CARO ALCALDE


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