lunes, 19 de agosto de 2013

PÉTALOS DE PENSAMIENTO, parte XXV (relato no tan breve)




Abandonó la tienda aburrido y satisfecho. Era Huesos quien le aburría cuando adoptaba el papel de experta en la materia, pero al menos esta vez no había perdido su tiempo y energías en respuestas de compromiso. Cuando por error se le escapaba alguna contestación, por monosilábica que fuera ya tenía la dependienta pie para seguir en el imparable discurso de consejos y estupideces. Así que toda economía verbal con la verdulera era bienvenida, un ahorro de energía y un bienestar para el ánimo. Tanto, que en esta ocasión abandonó el comercio con ganas de actividad cuando lo habitual era que ella le agotase.

Ese día portaba la cámara en la mochila y dado que el negocio se ubicaba en la calle más comercial y bulliciosa de la ciudad, había grandes posibilidades para una filmación espontánea cargada de improvisación. Fauna urbana en paisaje antropizado; especímenes y entorno imposibles de encontrar donde vivía, por eso se alejó de este mundo. Pero la situación era distinta: precisaba renovar contenidos y atrapar lo grotesco y lo burlesco. Lo fatal y lo trágico. Lo cómico lo absurdo lo histérico de la ciudad con sus habitantes estrujados en la prensa diaria de la rutina laboral social familiar. Tres frentes imposibles de vencer ni contentar. Él, libre de esas trampas, necesitaba filmar esas rarezas habituales como el entomólogo que se pasea por el parque en el corazón de una megalópolis desmedida. De la céntrica calle a pocos minutos se hallaba el ayuntamiento. Tras él el mercado donde Fausto se aprovisionaba: frutas verduras legumbre pescado; poca carne, ahumada adobada embutida en su mayoría. Pero lo interesante de hoy no era la oferta gastronómica, sí el paisaje y paisanaje. Sujetos rudos encadenados hasta la muerte o un golpe de suerte al trabajo diario de producir adquirir sonreír vender. Disimulando con esfuerzo el notable asco y el hartazgo que sentían por una clientela siempre dispuesta a insertar reparos con tal de rebajar el precio. Indiferente al trabajo del productor, los costes de manipulación gestión transporte. Y los impuestos, los colmillos de los impuestos al final de la cadena donde más carne hay para arrancar. Todo ello por unas coronas de las que apenas un fragmento quedaba para su propia supervivencia.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE


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