miércoles, 1 de octubre de 2014

PÉTALOS DEL PENSAMIENTO, parte 178



Ella se levanta del suelo histérica. Se sacude la ropa, el pelo, nerviosa y descontrolada. La gorra en el suelo, Fausto la recoge, ríe, se la entrega. Igual que la linterna.


-¡¡Y tú de qué te ríes!!

-Que tenías razón: ¡caballos a la carrera! Aunque sólo era una rata.

-¿Sólo una? ¿Cuántas quieres? ¿Veinte?

-Es un viejo barco, ¿qué esperabas? Las ratas son al barco como la miel al panal.

-¿Miel? ¡No hay nada dulce en todo esto! ¡Merde, merde, merde! Et rends-moi mon Bonnet!


Él la observa, estudia la expresión de su rostro. El enfado le tensa los músculos de la cara, le arruga ligeramente la frente y aprieta los labios. En esa combinación ella es otra ella. No tan dulce pero con más carácter. Con el semblante de quien sabe tomar sus propias decisiones sin aceptar una burla por respuesta. A él, eso le gusta. No sabe si un día podría enamorarse de esa mujer, pero es consciente de cuánto le atrae. De que sexualmente es una compañera idónea, activa y colaboradora. El amor, ya se vería: al igual que niños y abuelos podía ser un lastre incómodo. Cargas con las que no se puede volar. Y él quiere volar. El episodio de los abuelos entrometidos sólo fue un detonante, pero llegó a la conclusión de que quería abandonar aquel país de mediocres mucho tiempo atrás. La suya, fue una huída inevitable.

© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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