miércoles, 1 de octubre de 2014

PÉTALOS DEL PENSAMIENTO, parte 183 C


-¿Qué me dices? ¿Tenía yo razón? Ojos de personas.

Él no responde. Ni puede ni sabe qué decir. Sí, tenía razón. Toda. ¿Y ahora qué?

Dos minutos más tarde, de observación y estudio mutuo, Japos-Fausto Fausto-Japos, están todos sentados. Concentrados en la parte central de la bodega. No ha sido capaz de despegar la linterna de sus cuerpos, sucios, harapientos, fétidos, pringosos. Tanto es así, que la nube de pestilencia inunda lentamente el exterior, como una vía de agua pero sin bomba de achique que la extraiga. Con la parte inferior del jersey trata inútilmente de protegerse, tapándose la nariz.

-¡Qué hedor tan asqueroso! Es…

-Sí, son heces. No hay olor más repugnante que los excrementos humanos. Tal vez porque todo el ser humano en sí es puro excremento y las heces su concentrado. Pero este es más intenso, por el encierro, supongo. Esta gente está enterrada en su propia mierda: su yo más auténtico.


Con tanto desagrado como curiosidad, lentamente va iluminando el resto de la bodega. En el centro y a la izquierda, el grupo humano. Bajo los pies y más al fondo, ropas diversas extendidas en el suelo hacen de colchón. Inevitablemente sucio y húmedo pero siempre mejor que el contacto directo con el frío y duro acero. A la derecha, amontonados los excrementos. Y huesos. Probablemente restos de comida.




© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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