-¡¡Ahhh!!
La linterna cae al suelo y ella retrocede asustada varios metros. Fausto desconcertado, sin luz nada distingue.
-¿¡Qué!? ¿¡Qué ocurre!? ¿Otra vez ratas?
-¿Ratas? ¡Pero qué dices! ¡¡Pe, pe, peor, mucho peor!! ¡Ahí hay algo! ¡O alguien! –tartamudeando de terror- ¡¡He, he, he visto brillar puntos de luz!! ¡¡Mu, muchos puntos!! ¡¡Ojos!! ¡¡Estoy segura de que son ojos!! ¡¡Mirándome!!
Fausto coge rápidamente la linterna y se pliega a su lado. El temblor de ella roza el paroxismo. Trata de calmarla, para calmarse él.
-Tranquilízate. No será nada, ya verás. –Le da un beso en la cabeza, sobre el gorro-.
-No, no puedo. Hay, hay algo. Te, tenías razón después de todo, ¿eh? Vámonos, vámonos. Esto es peligroso.
Trata ella de escapar, él la retiene.
-¿Dónde vas? ¿Ahora?
-Esto es peligroso, sí. Vámonos por favor. Piensa un poco: las armas, la heroína, el dinero… ¿Son demasiadas cosas, no? –Ya perdió la tartamudez-. Tú tenías razón, es muy raro todo esto. ¡Vámonos por favor!
Forcejean. Él no se lo permite.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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