Bajo éstos, por una rejilla de desagüe para trabajos de limpieza de la propia bodega, quizás evacúen sus emuntorios líquidos hacia no se sabe dónde. Y ya. Esto no es un hotel, ni siquiera tiene aspiraciones de posada. Fue una bodega reconvertida ahora en invulnerable jaula sin barrotes, sólo pared continua de chapa, y casi ni ventana. Arriba el único punto de contacto con el cielo. Por el día sol nubes o lluvia. Por la noche luna nubes lluvia oscuridad.
Él lo graba todo como un pistolero: arma en la cadera. Disimula más y el sujeto no se siente amenazado. Había descubierto que hay personas que temen a un revólver menos que a una cámara. Para esos casos y como norma general, postura de vaquero.
Ella prefiere las armas habituales y extrae su propio revólver del bolsillo. Se acerca a la boca de la bodega empuñando ambos: tiene miedo, pero más curiosidad. Al verla el grupo, silueta al contraluz de hombre armado, gritan Chigau!, Douzo! y Shite kudasai! asustados y se amontonan contra la pared. La brusca reacción también asusta a ambos, que retroceden.
-¿Qué ha ocurrido?
-No lo sé, pero te han visto aparecer y…
-¿Será por las armas?
-Podría. Prueba a guardarlas.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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