El grupo abandona progresivamente la postura de orantes sin oración y se van sentando. Muy juntos. Es su forma de protegerse contra los embates del mar. Pero el interlocutor se mantiene firme en la posición. Podría ser el líder, pero también el de rango más bajo, obligado por la necesidad a escapar de esa situación más que nadie. Extiende los brazos hacia la escotilla, hacia Fausto. No hay respuesta, insiste.
- Shite kudasai! Onegaishimasu. Koko kara dete. Nigeru!
-Oh… Merde… Se me cae el alma viéndole así…
-Te lo he dicho, ¿cómo marcharnos y olvidar esto?
-¡Tú tienes la culpa! ¡Tú!
Charlotte llena de rabia y angustia arremete a golpes contra Fausto. Débiles puñetazos en el pecho que él soporta con resignación. Permite que se desahogue: la angustia los oprime a ambos por igual. Él disimula mejor. Luego de unos minutos, cargado de paciencia la detiene.
-Vale, vale ya. Así no solucionaremos nada.
-Aggg… Es que… Es que esto es tan… Tan… ¡Horrible! –solloza.
-¿Horrible? ¿Y cómo es para ellos? ¿Una fiesta?
Ella suspira, se calma, contiene el llanto. Se frota las lágrimas con la manga enorme de su chaqueta. Suficientemente grande para un mar de llantos.
-Es que… Tengo tantas preguntas.
-¡Claro, y yo! Pero no es el momento.
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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