INSULTOS
No me pidáis que olvide,
vosotros que no olvidáis pero
fingís que es así.
Que no lo hacéis por corazón, sí
por cobardía.
No me pidáis que perdone.
¿Quién me perdonó a mí?
Por mirar me insultaron, por
hablar me golpearon.
Por defenderme me encarcelaron.
Por golpear, por golpear en
defensa propia fui fusilado.
No me pidáis compasión. Ni
comprensión.
Menos bondad.
Todo lo agoté. Sólo por querer
vivir.
Vivir para olvidar que sólo es
sobrevivir.
No estaba permitido.
Hay quien nació para vivir
muriendo.
Y ver cómo se burla el resto.
No me pidáis serenidad ni
confianza, no la tendré.
Ni siquiera cordura.
Sólo queréis mi resignación. Que
os diga que todo está bien.
Que ya pasó.
No lo hacéis por mí, sí por
vosotros. No queréis la verdad.
Sólo buscáis vuestra
tranquilidad, que os deje en paz.
En la paz del pusilánime.
Vosotros, que venís a mí dándome
besos y con vuestra mejor sonrisa de alivio
alabáis a algún santísimo
canturreando qué hermoso es todo mira qué suerte que
has tenido eres un tipo
afortunado al fin y al cabo.
¿Y qué sabéis los que la verdad saber
no queréis?
¿Qué os importa lo que pienso?
Menos aún lo que siento.
Mira hacia adelante,
decís mirando vosotros a otro
lado para no estar comprometidos:
en el acto forzoso de sentarse
escuchar y comprender.
Todo es veneno. Y lo que no
resentimiento.
Veneno y resentimiento que emanan
de la falta de justicia.
Justicia que presionándome llamáis
venganza. Para no sufrir.
No sufrir vosotros.
Sólo queréis olvidar, y a mí me
exigís que olvide. Para estar todos contentos.
No des problemas chico. No des
por saco.
Aguántate, jódete y olvida.
Decís que vaya hacia el futuro
con la misma falsa convicción
de quien decía ve hacia la luz. Y
repetía.
Pero el presente sangra con los
mordiscos rabiosos y de odio del pasado.
Y en ese, ¡hay tantos que están
involucrados!
Heridas infectadas que no curan
solo por vendarlas.
No me digáis que aprendí porque
ninguna enseñanza saqué.
Y con el candor de los ruiseñores
felices me pedís que me una a vuestro grupo.
Y abrazados como hermanos que no
somos entonemos al final un mea culpa:
La engañosa salvación
de los cobardes.