CAPITANES INTRÉPIDOS
Un día cualquiera voy a pasar por
tu casa. No porque quiera,
sabes que soy un apático ausente,
sino porque no me quedan excusas
para seguirte esquivando.
De mí no esperes gran cosa. O tal
vez sí, dependerá del momento.
De cómo sea el encuentro, de la
longitud del pasillo:
kilómetros de damero que separan
las únicas puertas que de tu casa conozco.
Dormitorio y rellano.
De lo que tengas pensado, de los
nuevos juguetes que hayas comprado.
Sabes que siempre me gustó
experimentar. Y a ti que contigo hiciera
eso de buscarte los puntos y
todas tus letras.
Por ello provocas y apuestas y
arriesgas, a que esta vez será mejor y habrá más.
Más de ti y de mí, de todo lo que
queremos repartir.
Un día cualquiera vamos a quitar
esas cortinas tan largas que oscurecen tu alcoba
y clavando en el centro de tu
colchón el palo por el que discurren y cuelgan,
discurren ellas discurres tú a
ver cómo de ahí nos colgamos los dos,
vamos a construir un velero.
Yo seré el capitán, no nací para
menos.
Tú polizonte furtiva buscando
refugio para evitar el contagio:
el de las ganas que dan de
tirarte a la mar.
Ese suelo cubierto por un
edredón.
Azul mar azul cielo azul
pensamiento y deseo.
Y antes de que tu cuerpo se hunda
en el agua y te quedes sin aire
ahí estaré para salvarte, qué
otra cosa puedo hacer,
de una muerte improbable
y de una vida que parecía
insalvable.
Un día de estos…
Un día de estos voy a resolver
unas cuantas cosas que tengo pendientes
que resueltas ya están pero hay
quien parece no quiera enterarse
y voy a pasar por tu casa para
proponerte el gran viaje.
El que con ese velero hecho de
cortinas sábanas edredones y mantas
nos aleje de esta isla que
pareciendo perfecta
tú y yo sabemos que es una isla
desierta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario