MALOLIENTES
Hoy me tropecé con el tonto del
pueblo.
Con otro tonto del pueblo.
Paseándose a sí mismo entre
alcornoques y zarzas:
parientes próximos. Los tres.
Ramoneando briznas y venenos de
una vida miserable y amarga.
Dando patadas a las piedras,
puñetazos a la soledad.
Se lamentaba de su mala suerte,
de su no estar en el mundo.
De no ser nada ni nadie.
Se lamentaba y bufaba.
Le escupieron al mundo allá por
los años… no sé.
Hace unos cuantos. Seguro que era
posguerra.
Entre un montón de paja y
estiércol.
Entre pulgas y chinches.
Aroma de vaca, de burra, de cerdo,
de gallina, de conejo, de rata, de perro, de gato.
De red vieja y de pescado
podrido.
Pestilencia de mezquindad, de
envidia. De rencilla y desconfianza.
Lo mal parieron y lo mal criaron.
Aprendió a recelar del vecino
antes que a gatear.
A mirar por la espalda mejor que
a mirar.
A gritar en lugar de hablar.
Para los ocho años ya maldecía
como su padre. Mentía como su madre.
Robaba como sus hermanos:
catedráticos en la universidad de
aprovecharse de todo
sin poner nada a cambio.
Los primeros en llevarse la leña,
la fruta verde,
las bayas las castañas las nueces
del monte.
Las almejas de la playa. Las navajas
en la arena.
No prosperaron. Ni siquiera lo
intentaron. Objetivo:
malvivir al precio más barato. Pedir
en vez de trabajar.
Por el día mendigar, por la noche
robar.
Sin salir de la pobreza,
convivieron resignados con la escasez y la inmundicia.
Basura, malos olores, mierda de
animales. También la suya:
otros animales. Con más derechos
y menos deberes.
Ninguno de ellos estudió,
eso era para los niños de papá y
los ricos tontos de ciudad.
Contemporáneos que hoy deciden por
ellos. Que viven de ellos y,
si es necesario se ríen simulando
ayudar.
De la familia de tontos del tonto
del pueblo, hoy sólo queda él.
Todos fueron muriendo.
Al padre lo mató la burra. De una
coz.
Por acercarse desde atrás a saber
con qué intenciones. No en vano,
tenía fama de burrariego.
La madre lo pasó peor: la mató el
alcohol.
Que da más coces y mata más
despacio.
Y ya en las últimas, siempre es
con dolor.
Los hermanos se mataron entre
ellos. Por la leña.
Y con la leña: se liaron a golpes
de tronco.
Se calentaron por última vez. Con
ella.
Hoy el tonto del pueblo
deambula solitario por los
caminos que le vieron crecer.
Arrastrándose entre prados de
arena y alquitrán
rumia su mala suerte y su
desdicha.
Masculla una venganza contra el mundo
todo.
Cuando no hay amigos, todos son
el enemigo.
Tiene pensado quemar barcos casas
y corrales.
Con sus moradores dentro.
Quiere quedarse lo que no arda y
sentir que, por fin,
consigo se hace justicia, y
obtiene lo que merece.
Algo me dice que mañana, es su día
pensado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario