miércoles, 20 de junio de 2012

TIEMPO DE TORMENTAS. Y MANZANILLA






TIEMPO DE TORMENTAS. Y MANZANILLA




Si vivir en la posguerra es hacerlo cuando la guerra


de humo ruido y gritos ha cesado


y por extensión es cada tiempo que hay entre dos guerras:


técnicamente estamos viviendo en la posguerra.



A los rescoldos me remito, que en todas el fuego es protagonista principal.


Los muertos son sólo secundarios sin derecho a bocadillo ni aparecer en créditos.


Si bien, parece que ha sido una cuestión de crédito,


de su exceso o de su falta, lo que nos ha arrojado a donde estamos:


paracaidistas inexpertos sin víveres ni munición tras las líneas enemigas.


Ya que vivimos en conflicto, mejor que se nos vea.


Y el contrario, digo contrario por no estar claro a qué lado tenemos al enemigo,


con nosotros se entretenga.


Y por esa brecha de frontera crucen las fortunas a buscar mejor refugio.


De un lado la carne de cañón, del otro los cañones defendiendo capitales.


Que no ciudades.



Allá donde miro veo escombros. En los escombros rescoldos.


En los rescoldos muertos. Es lo que tienen los muertos:


no hay forma,


¿humana?,


de hacerlos desaparecer.


También andamos cortos de humanismo y será por eso.


Y mira que estorban los muertos. Y joden y acusan y acusan y acusan.


En ello estamos.


Por eso digo que este es un tiempo de posguerra.






Acusan los que protestan, que son todos salvo los pocos que ganan.


Siempre hay quien con la guerra gana.


Acusan jubilados y a punto de serlo:


una vida entera trabajando… para seguir haciéndolo.


Acusan los jóvenes por lo opuesto:


¿estaremos toda la vida sin trabajo?


Los padres de los jóvenes:


viendo a sus hijos piensan que nunca llegarán a jubilados.


¿Jubilado no venía de júbilo? ¿Cómo llamamos, pues, a lo contrario?


Otro contrario a sumarse a este conflicto. Estamos en mitad de un fuego cruzado.





Y ninguno tiene un plan. Ni siquiera de pensiones.


Estamos, sí, en la posguerra. Deseando casi que llegue otra


y este montón de despropósitos revuelva:


abajo arriba arriba abajo.


Que los escombros y las bombas caigan sobre todos,


no sobre los que siempre pierden. Con guerras o sin ellas.


Que nadie dé crédito a sus ojos. Para que la falta de créditos sea absoluta.


Y absolutoria. ¿Hay quien pueda prescindir del perdón de sus pecados?


Antes de morir un final feliz. Por favor.





Acusan los sin techo, que son casi todos.


Unos porque nunca lo tuvieron: no supieron no pudieron.


Otros porque se lo han robado: los que saben cómo pueden.


Gobierno débil de transición y de entreguerras que les deja.


Acusan los presos, pronto seremos todos:


de la injusticia los abusos del poder los dueños de la tierra.


Y del mar que sólo hueles y del aire que respiras y por ello contaminas.


Acusan los engañados, los ultrajados. Los que por denunciarlo


son apaleados.


Por todos los poderes del estado.


Que persigue siempre al indefenso pues es fácil y puede.


Y se arrodilla a la altura conveniente ante el fuerte


para ofrecerle un completo por cuenta de la casa.


De esa casa de putas que es todo gobierno.





Este es un tiempo de posguerra sí. Tal vez,


de renovación y cambio.


De gigantes tambalearse y enanos recogiendo manzanilla.


Que al caer, por fin al caer,


no nos aplaste.


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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