LIMPIEZA GENERAL
Ando estos días poniendo orden
por la casa. Tirando lo que me falta
guardando lo que me sobra:
siempre confundí prioridades.
Todo iba según el programa hasta
que me topé con el baúl del olvido.
También conocido como el baúl de
los recuerdos que se deben recordar
aunque con el tiempo los entierre
el silencio. Será para bien.
Abierto aquel despropósito de
vivencias insignificantes
no he sabido qué hacer con tamaña
colección de naderías.
Que si la entrada del cine aquel
día que llovió y te calaste los zapatos,
tan caros. Y mira que era mala la
película. No importó.
Aún no sé por qué.
Nuestra primera multa de
aparcamiento: enroscados en nuestros besos salados
ninguno vio la prohibición. Salados
por la bolsa de patatas
que nos regaló aquel librero estupendo.
A falta del cuento que comprar queríamos...
El condón sin usar de nuestra
primera cita a ciegas y a por todas. Déjalo –dijiste.
Con los ojos vueltos del revés.
- Formalicemos nuestra unión sin
profilaxis. ¡Seamos naturales! Mi amor.
Tan naturales que la madre
naturaleza nos endosó dos gemelos:
no muy listos, y bastante feos.
Suerte que al cumplir los siete
años ya se fueron:
querían responsabilizarse de sus
actos y tomar el control de sus vidas.
Decían.
A Jorgito lo arrolló un tren de
mercancías. Quiso subirse en marcha sin pagar.
Miguelito creo que murió en la cárcel.
Así, sin avisar.
Tanto mejor.
La fotocopia del examen final de
carrera: lo suspendiste.
Y dejaste una improbable brillante
trayectoria de abogada mediocre
para entregarte a tu verdadera
pasión: coleccionar amatistas.
Siempre te gustó nadar
contracorriente pero, con tanta piedra, te ahogaste.
No sé dónde poner los cuatro
discos que compramos en aquel penoso viaje por Australia.
No era la música lo que nos
cautivó, ni siquiera los escuchamos. Era su forma:
discos cuadrados.
Pura simbiosis geométrica en la
segunda dimensión.
El bolígrafo de tinta invisible
con el que firmamos nuestras respectivas defunciones.
Para que no se enterase nadie y
evitarles un disgusto innecesario.
El libro de la mesita de noche
que nunca llegamos a leer.
Sí que fue aquel nuestro
verdadero libro blanco, era el libro de visitas.
La tarta de nuestro primer
aniversario. Te gustaría verla:
siguen las velas encendidas. Mira
qué cosa.
Para ti, que siempre quisiste ir
al infierno.
Estabas ¡harta de tanta buena
gente!
Pero de todos los recuerdos que
hoy quiero deshacerme
hay uno que me tiene
especialmente confundido:
el aviso de corte eléctrico por
impago de los diez últimos recibos.
¿No eras tú la que afirmabas
haber resuelto todas nuestras deudas?
Cuando nos cortaron la luz
dejamos de vernos. Y al hacerlo, de amarnos.
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