viernes, 8 de junio de 2012

LIMPIEZA GENERAL






LIMPIEZA GENERAL


Ando estos días poniendo orden por la casa. Tirando lo que me falta
guardando lo que me sobra: siempre confundí prioridades.

Todo iba según el programa hasta que me topé con el baúl del olvido.
También conocido como el baúl de los recuerdos que se deben recordar
aunque con el tiempo los entierre el silencio. Será para bien.

Abierto aquel despropósito de vivencias insignificantes
no he sabido qué hacer con tamaña colección de naderías.

Que si la entrada del cine aquel día que llovió y te calaste los zapatos,
tan caros. Y mira que era mala la película. No importó.
Aún no sé por qué.

Nuestra primera multa de aparcamiento: enroscados en nuestros besos salados
ninguno vio la prohibición. Salados por la bolsa de patatas
que nos regaló aquel librero estupendo. 
A falta del cuento que comprar queríamos...

El condón sin usar de nuestra primera cita a ciegas y a por todas. Déjalo –dijiste.
Con los ojos vueltos del revés.
- Formalicemos nuestra unión sin profilaxis. ¡Seamos naturales! Mi amor.
Tan naturales que la madre naturaleza nos endosó dos gemelos:
no muy listos, y bastante feos.
Suerte que al cumplir los siete años ya se fueron:
querían responsabilizarse de sus actos y tomar el control de sus vidas.
Decían.
A Jorgito lo arrolló un tren de mercancías. Quiso subirse en marcha sin pagar.
Miguelito creo que murió en la cárcel. Así, sin avisar.
Tanto mejor.

La fotocopia del examen final de carrera: lo suspendiste.
Y dejaste una improbable brillante trayectoria de abogada mediocre
para entregarte a tu verdadera pasión: coleccionar amatistas.
Siempre te gustó nadar contracorriente pero, con tanta piedra, te ahogaste.

No sé dónde poner los cuatro discos que compramos en aquel penoso viaje por Australia.
No era la música lo que nos cautivó, ni siquiera los escuchamos. Era su forma:
discos cuadrados.
Pura simbiosis geométrica en la segunda dimensión.

El bolígrafo de tinta invisible con el que firmamos nuestras respectivas defunciones.
Para que no se enterase nadie y evitarles un disgusto innecesario.

El libro de la mesita de noche que nunca llegamos a leer.
Sí que fue aquel nuestro verdadero libro blanco, era el libro de visitas.

La tarta de nuestro primer aniversario. Te gustaría verla:
siguen las velas encendidas. Mira qué cosa.
Para ti, que siempre quisiste ir al infierno.
Estabas ¡harta de tanta buena gente!

Pero de todos los recuerdos que hoy quiero deshacerme
hay uno que me tiene especialmente confundido:
el aviso de corte eléctrico por impago de los diez últimos recibos.

¿No eras tú la que afirmabas haber resuelto todas nuestras deudas?

Cuando nos cortaron la luz dejamos de vernos. Y al hacerlo, de amarnos.

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