INTROSPECCIÓN
Estoy en el momento de liarme a
pensar, qué digo, mucho peor:
a reflexionar.
A puntito a puntito de
empezar a darme vueltas por fuera y por
dentro:
más esto último. La cosa pinta
mal.
Lo sé por los indicios: indiciariamente
inferible,
que diría un juez en sentencia
inspirada. Estos son:
sin darme cuenta he preparado una
pipa con tabaco de caña,
por el dulzor. Que al menos no me
huela el aliento a cenicero.
Sin saber cómo
he despachado al gato de mi vieja
butaca para los momentos de relax.
-
Es en ella donde siento a las chicas que contrato pero esto es
un secreto.
Creo que sólo lo sabe el gato-.
El mejor espacio de la casa,
también lo sabe el gato y por eso me lo quita
y por eso lo despacho.
Me he calzado las pantuflas de
invierno aún cuando estamos en agosto.
El batín de los días de tormenta.
La barba cana postiza que me hace
más maduro, con instrucciones de atusado.
La oferta incluía una mano de plástico
para ejecutar y no cansarme.
El relax, el relax es lo
importante.
He preparado la lumbre en la
chimenea de la biblioteca,
esa que alimento con los libros
que tengo sin leer,
y tomado un cuaderno de notas
breves imposibles, mi pluma de ganso,
por el parentesco,
y un güisqui doble doble malta
doble filtrado doble puro.
Que no haya sospecha de mi
determinación.
Ocurre a veces, esta es una de
ellas, que cuando voy por el segundo
todo amago analítico se evapora.
¿Será porque no hay nada en que
pensar
por los vapores de lo etílico
o porque ahora viendo doble lo
tengo todo claro?
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