miércoles, 27 de junio de 2012

¿Y VIVIMOS?






¿Y VIVIMOS?


¿Por qué vivimos arrastras?
¿Por qué aceptamos que nos quiten la carne del cocido, los barcos de la sopa?
Hoy sorbemos despacio y con ruido agua de grifo con patatas.
Para simular que comemos.
Y lo hacemos frente a la ventana, que el vecino se entere.
Que se vea que no nos falta de ná.
La escasez sólo la padece él,
que nunca tuvo agallas para hacer frente a los frentes.
Tampoco nosotros pero nos perdonamos la vida,
tal vez por ser lo único que todavía nos queda.

Los  modernos gobiernos de represión democrática,
los que salvan a las mayorías exterminando a sus minorías enemigas
los que engañan a las mayorías fragmentándolas para debilitarlas
reconvirtiéndolas en minorías enemigas para exterminarlas,
lanzarán una nueva oleada de ajustes que detraerá de los vivos
todo lo que considere excedentes:
derechos sociales innecesarios y lujos indecentes.
Todo ello bajo la amenaza plausible de que siempre se puede estar peor.
Discurso que con el tiempo, el poco tiempo,
es una certeza irrefutable. Remítase a la experiencia.

Y vivimos arrastras.
Acobardados como cachorros, callados como mudos.
Lástima no ser sordos para tampoco oír la próxima amenaza.
Aplastados como enemigos y despreciados como mendigos.
Ambos ciertos pues qué hay más enemigo que un detestable mendigo
pidiéndote los huesos mientras comes el cordero. Con mesa y mantel nuevo.

Nos hemos arrinconado voluntariamente. Al cuarto oscuro.
Adentrado mansamente en la celda de castigo,
no sólo para que nos apaleen,
pues aun no gustándonos lo preferimos a la opción de la muerte,
sino por ver si hay suerte y se olvidan de nosotros.
Buscamos erróneamente nuestra salvación por la vía de la inexistencia.
No ocurrirá mientras sea el enemigo el que gobierna.
O al revés para ser más precisos.

Y vivimos arrastras.
Lacerados a impuestos, apaleados con reformas
que nos quitarán cualquier derecho que todavía nos quede:
llámalo respirar.
Porque de comer hablar oponerse ¡luchar!, mejor te olvidas.
Que con palos y cárcel esos ya se los llevaron.
El hilo de la vida que nos mantiene vivos, que no en pie,
es aquel con que el gobierno y su régimen antisocial se visten para salir guapos
en la tele. Es la imagen importante.
A decir cuánto nos quieren. Somos todo amor.
Al tiempo que sacan a la calle los aparatos de lucha anticiudadana:
llámalos antidisturbios para justificar la represión.
Cualquier manifestación es un disturbio. Así,
con la excusa del orden y la paz social,
las democracias se desplazan al rojo, y negro,
del fascismo.

Y nos robaron todo.
Y nos arrancaron los ojos en los sótanos de la tortura,
para no poder reconocer a los verdugos que andan sueltos por la calle.
Y nos despellejan vivos. Duele más.

Pero seguimos viviendo:
Arrastras.

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