¿Y VIVIMOS?
¿Por qué vivimos arrastras?
¿Por qué aceptamos que nos quiten
la carne del cocido, los barcos de la sopa?
Hoy sorbemos despacio y con ruido
agua de grifo con patatas.
Para simular que comemos.
Y lo hacemos frente a la ventana,
que el vecino se entere.
Que se vea que no nos falta de ná.
La escasez sólo la padece él,
que nunca tuvo agallas para hacer frente a los frentes.
Tampoco nosotros pero nos
perdonamos la vida,
tal vez por ser lo único que
todavía nos queda.
Los modernos gobiernos de represión democrática,
los que salvan a las mayorías exterminando
a sus minorías enemigas
los que engañan a las mayorías
fragmentándolas para debilitarlas
reconvirtiéndolas en minorías
enemigas para exterminarlas,
lanzarán una nueva oleada de
ajustes que detraerá de los vivos
todo lo que considere excedentes:
derechos sociales innecesarios y
lujos indecentes.
Todo ello bajo la amenaza plausible
de que siempre se puede estar peor.
Discurso que con el tiempo, el
poco tiempo,
es una certeza irrefutable. Remítase
a la experiencia.
Y vivimos arrastras.
Acobardados como cachorros,
callados como mudos.
Lástima no ser sordos para
tampoco oír la próxima amenaza.
Aplastados como enemigos y
despreciados como mendigos.
Ambos ciertos pues qué hay más
enemigo que un detestable mendigo
pidiéndote los huesos mientras
comes el cordero. Con mesa y mantel nuevo.
Nos hemos arrinconado
voluntariamente. Al cuarto oscuro.
Adentrado mansamente en la celda
de castigo,
no sólo para que nos apaleen,
pues aun no gustándonos lo
preferimos a la opción de la muerte,
sino por ver si hay suerte y se
olvidan de nosotros.
Buscamos erróneamente nuestra
salvación por la vía de la inexistencia.
No ocurrirá mientras sea el
enemigo el que gobierna.
O al revés para ser más precisos.
Y vivimos arrastras.
Lacerados a impuestos, apaleados
con reformas
que nos quitarán cualquier
derecho que todavía nos quede:
llámalo respirar.
Porque de comer hablar oponerse
¡luchar!, mejor te olvidas.
Que con palos y cárcel esos ya se
los llevaron.
El hilo de la vida que nos
mantiene vivos, que no en pie,
es aquel con que el gobierno y su
régimen antisocial se visten para salir guapos
en la tele. Es la imagen
importante.
A decir cuánto nos quieren. Somos
todo amor.
Al tiempo que sacan a la calle
los aparatos de lucha anticiudadana:
llámalos antidisturbios para
justificar la represión.
Cualquier manifestación es un
disturbio. Así,
con la excusa del orden y la paz
social,
las democracias se desplazan al
rojo, y negro,
del fascismo.
Y nos robaron todo.
Y nos arrancaron los ojos en los
sótanos de la tortura,
para no poder reconocer a los
verdugos que andan sueltos por la calle.
Y nos despellejan vivos. Duele más.
Pero seguimos viviendo:
Arrastras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario