lunes, 18 de junio de 2012

BOTÁNICO




BOTÁNICO


Tengo que dejar de escupir a las abejas.
Nunca me sirvió de mucho y al tiempo siempre se rebelan.

Tampoco resulta útil amenazar al gato mostrándole Los Miserables.
Con la paciencia que tiene es capaz de aprender a leer y aconsejarme.
Aunque no vendría mal, que andamos faltos de credo.
De valores de esperanza de dinero. Disimulan, pero esto es lo peor:
ahora que tenemos los bolsillos llenos de agujeros
curiosamente empezamos a echar en falta todo.
Y lo que nunca tuvimos, también.
Conciencia social, solidaridad, respeto, esas cosas caprichosas.

Voy a dejar el mundo de los animales y me voy a pasar al de las plantas.
No hay color.
O todo lo contrario y quizás por eso.

A mis geranios leo poemas de madrugada y noto una reacción extraña:
se arrugan. Luego se lamentan y se secan.
Sin darme por aludido paso a confesarme ante un gran centro de margaritas:
se cierran. Que no hay sí ni hay no, que no se deshojan.
-¡Desmiémbrate tú, so pesado!
Me pareció oír entre protestas y burlas.

Que me han vuelto la cara los girasoles todo el mundo lo sabe:
normal. Son gente de luz, no de sombras.
Yo los apagaba.

Con las rosas me entiendo algo mejor. Será por las espinas:
yo te pincho tú me pinchas todos contentos y sangrantes.
Ojo por ojo y paz en la tierra.

En el futuro debo seleccionar un poco más las compañías:
me pasaré a las piedras.
Dicen que son duras. Tanto como sabias.
Y quisiera yo copiar esta protección ante el mundo. Hacerme el duro, vamos.
Que me resbalen los problemas como gotas y no dejen huella como yo.
Lo últimos será fácil, sólo tienen que copiarme.

En el próximo rastro de Navidad voy a comprarme una goma bendita.
Por las fechas.
Con ella borraré mis cicatrices. Ya no se curan.
Será mejor no verlas y fingir que no sangran.
Es lo que todos quieren.
Cada cual tiene sus problemas.

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