OPINIÓN
Veo a la prensa morder con fuerza
al líder del partido,
del partido contrario a la línea
editorial del capital que defiende a su partido,
y ni lo quiero ni puedo evitar:
siento asco.
Escucho a la periodista
adolescente alarmarse y alarmar
por la fuerza de este viento de
poniente
y categórica decir que en la historia
de la tierra no ha ocurrido cosa igual:
siento vergüenza.
Tanta arrogancia e inmadurez en
una sola persona no me caben. No se cabe.
A ella sí, la vanidad es lo que
tiene:
capacidad para creérselo todo y
ser el todo.
Tampoco se libra el periodista
aventurero y trotamundos
persiguiendo a desgraciados, son
noticia los tirados en el mundo,
con su comando actualidad rápido
en su jeep antisistema
y preguntando grito en mano:
-
¿Me dijo que eran diez años los que lleva usted sufriendo?
A más tiempo más dolor más interés
más noticia.
Con suerte, hasta más Pulitzer.
El reportero gráfico con tecnología
fulhachedé e hiper megas backsorround
acosa moribundos con su cámara
para instantáneas de infarto
y captura de imágenes en tiempo
real.
Realmente angustioso y con esto más
hermoso.
La belleza se encuentra en todas
partes,
basta con decidir si pones flash
para que los rostros parezcan más rotos.
O simplemente ya los están y sólo hay que disparar la realidad.
Por si acaso no se muere. Mejor un tiro de gracia.
Cómodo resulta llevar al estudio
el infanticidio de los que nacieron
para salir y morir en las
noticias.
En la rueda de prensa semanal del
presidente los tres, y otros treinta y tres,
elaboran las preguntas que
oportunas toca hacer:
que se enteren los demás que aquí
estoy yo y mi periódico el mejor;
los demás nunca cuentan la
verdad.
En el cuaderno abreviado para
notas rápidas escriben las respuestas que interesan
a la línea editorial que conviene
al capital que defiende a su partido, el propio,
y que ataca al enemigo.
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