MOSQUEROSO
En el trajín de ir y venir entre
evidencias
he decidido poner fin a tanto
rebotar por las paredes
dejar de darme cogotones en mi
vuelo incoherente y errático de mosca.
Que no sé dónde ir está muy
claro, basta con verme deambular.
Que entre giros bruscos y
encontronazos corrijo a fuerza de golpes,
también.
Ya quisiera yo evitarlos, ya. Pero
este sin vivir sobresaltado
es lo que tiene:
hostia aquí hostia allá maquíllate
maquíllate ah ahhh ah.
Y en el baile diario de fantoches
soy un exaltado.
Un inconformista de la disidencia
aplastada.
Que no será recordada por los historiadores
de la historia reinventada.
Camorrista de presidio en el
ultramundo.
Manifestante de cazuela honda y
antifaz. Terrorista por tanto.
Detenido, por consiguiente,
condenado y olvidado, por venganza,
en el ultramundo.
En este saltar y tropezar entre
mentiras y desavenencias
he querido resolver ciertos
errores, malentendidos y enredos,
que nos impiden caminar con
libertad.
No pudo ser.
Continuaré dando vueltas a los
ataques de pánico y las crisis de ansiedad,
que viene a ser lo mismo pero
menos dramático.
Seguiré volando confundido y
protestando en vano.
Seguiré y seguiré porque no me
queda, no nos queda, otra salida.
Que no es salida sino entrada a
la cárcel de todas las vergüenzas.
El lugar al que nunca van los sinvergüenzas.
Siempre que miro hacia el mañana
encuentro la sombra del pasado
ocultándome la vista.
¡Es una pena! –me dicen desde el
otro lado-. ¡Es tan bonita!
Me tambaleo como un borracho y
voy por el mundo, el ultramundo,
igual que un turista despistado.
Forastero en mi propia
tierra.
Solo avanzo a tropezones, que no
es un avance,
sino un caer para tener que
volver a levantarse.
¿Y después?
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