ANÁLISIS
Me baso en el avance imparable de
los necios
para creer que el mundo irá a
mejor.
En la conquista a palo y piedra
de mayores cotas de bienestar y prosperidad.
Entendiendo por bienestar todo aquello
que no sea dormir en el suelo.
Y prosperidad lo que nos separa
de la mugre.
Mi fino olfato me dice que los
sometidos conquistarán la tierra,
también a palo y piedra,
y que un nuevo orden social está
por despertar.
Colocando con justicia a cada
cual en su sitio:
los sedientos en el río, los
hambrientos en el silo,
los harapientos con la piel de
las ovejas.
En el lecho del río, en el fondo
del silo, amortajados con ella.
Mi percepción extrasensorial de
conceptos abstractos me permite afirmar,
sin temor alguno a equivocarme,
que tal concentración de sujetos
inútiles al frente,
de una masa social fácilmente
sometible,
no puede traer sino progreso.
En orden inverso.
Que avanzaremos a golpes, unos
contra otros,
y superaremos obstáculos:
arrasaremos con todo lo que por
delante se ponga y se oponga.
Mis fuentes secretas de información
manipulada
me proporcionan datos fidedignos,
extraídos del alcantarillado la
basura y las cloacas,
que revelan el gran salto hacia
el vacío que está a punto de darse.
Nos arrojaremos a él para que el
cambio sea de verdad efectivo.
Despachurrados en el fondo, los
supervivientes podrán diseñar otro mapamundi
que emergerá de este nuevo
escenario.
No se cambiarán fronteras, no es
esto lo importante.
Sí a las personas de sitio.
Que el norte siga siendo el norte
y el sur se quede donde está:
para vivir en serio parece que
no lo quiere nadie.
Extraigo de datos empíricos e hipótesis
científicas la conclusión definitiva e irrefutable
de que la mansedumbre es
consustancial al ser humano.
Diría que es por miedo, pero por
miedo no me atrevo y lo retiro.
¿Será que por ser mansos
consentimos ser gobernados por idiotas?
¿Será que por miedo después no
nos atrevemos a quitarlos?
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