AMANEZCO
Otra mañana más en que me levanto
con la culpa estrangulándome la garganta.
La culpa: ese mal sentimiento
aprendido en la vulnerabilidad de la niñez
imposible después de desterrar.
En la culpa hemos sido educados. Mal
educados.
En su chantaje amenazados. Por su
culpa,
por culpa de la culpa, nuestras
respuestas emocionales condicionadas.
Hoy me levanto con el fracaso
agarrándome de los tobillos
el convencimiento de que casi todo
está perdido
de que nunca alcanzaré mis
objetivos. Sean cuales sean, estén donde estén.
Los encuentre quien pueda. Yo los
he olvidado.
Si es que alguna vez supe dónde fueron cómo eran.
¿Cuándo se produjo el punto de
inflexión hacia el infierno?
Ese nefasto cambio de sentido.
¿Cuándo inicié el viaje sin
retorno de hombre derrotado?
La demoledora convicción de haber
perdido.
¿En qué momento me dejé vencer?
Última huída hacia la desaparición
de este no ser.
¿O es que ya nací con el brazo
tumbado?
Si en el pulso diario con la vida
alguien tiene que perder,
¿por qué no ser siempre el mismo?
Economiza recursos y acciones.
Ya está todo hecho y dicho de
antemano.
Mismo funeral, flores y
asistentes. Basta.
Hoy será otro día que pasaré sin hacerme
preguntas:
acusaciones a las que no quiero
responderme. No vaya a condenarme
al ostracismo y olvidarme de mí
mismo. Y evitarme así
nunca más comparecer.
Hoy lo pasaré huyendo de mí,
desarticulándome
para no tener que volver a
defenderme. De mí.
Que siempre fui el peor enemigo
que he tenido.
Contra mí nunca he vencido.
Hoy será otro día de mierda en
este estercolero en el que vivo asustado.
Otro día para olvidar:
tantos ya que no soy capaz de
recordar mi biografía.
¿Qué puedo decir que hice yo?
¿Qué puedo contar con un mínimo
de orgullo?
¿Qué me puede salvar del
anonimato de los nadies?
Procuraré no cruzar ningún
espejo.
No vaya a descubrir que estoy ahí
y sienta vergüenza.
Y culpa y reproche y acusación y castigo
y desprecio y vergüenza y dolor y asco.
De mí mismo.
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