lunes, 25 de junio de 2012

AMANEZCO






AMANEZCO


Otra mañana más en que me levanto con la culpa estrangulándome la garganta.
La culpa: ese mal sentimiento aprendido en la vulnerabilidad de la niñez
imposible después de desterrar.
En la culpa hemos sido educados. Mal educados.
En su chantaje amenazados. Por su culpa,
por culpa de la culpa, nuestras respuestas emocionales condicionadas.

Hoy me levanto con el fracaso agarrándome de los tobillos
el convencimiento de que casi todo está perdido
de que nunca alcanzaré mis objetivos. Sean cuales sean, estén donde estén.
Los encuentre quien pueda. Yo los he olvidado.
Si es que alguna vez supe dónde fueron cómo eran.

¿Cuándo se produjo el punto de inflexión hacia el infierno?
Ese nefasto cambio de sentido.
¿Cuándo inicié el viaje sin retorno de hombre derrotado?
La demoledora convicción de haber perdido.
¿En qué momento me dejé vencer?
Última huída hacia la desaparición de este no ser.
¿O es que ya nací con el brazo tumbado?
Si en el pulso diario con la vida alguien tiene que perder,
¿por qué no ser siempre el mismo? Economiza recursos y acciones.
Ya está todo hecho y dicho de antemano.
Mismo funeral, flores y asistentes. Basta.

Hoy será otro día que pasaré sin hacerme preguntas:
acusaciones a las que no quiero responderme. No vaya a condenarme
al ostracismo y olvidarme de mí mismo. Y evitarme así
nunca más comparecer.

Hoy lo pasaré huyendo de mí, desarticulándome
para no tener que volver a defenderme. De mí.
Que siempre fui el peor enemigo que he tenido.
Contra mí nunca he vencido.

Hoy será otro día de mierda en este estercolero en el que vivo asustado.
Otro día para olvidar:
tantos ya que no soy capaz de recordar mi biografía.
¿Qué puedo decir que hice yo?
¿Qué puedo contar con un mínimo de orgullo?
¿Qué me puede salvar del anonimato de los nadies?

Procuraré no cruzar ningún espejo.
No vaya a descubrir que estoy ahí y sienta vergüenza.
Y culpa y reproche y acusación y castigo y desprecio y vergüenza y dolor y asco.

De mí mismo.

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