CRUCEROS DE ENSUEÑO
Puestos en esta
encrucijada de dirimir sin ambages
ni debilidad ni temblores
que ya va a ser siempre
hoy mejor que mañana,
queda por admitir
resignados que no habrá futuro que nos ampare
ni pasado que nos avale.
Que desnudos y
condenados estamos
a los romos remos de
esta galera de esclavos.
Tendremos sed y nos darán
agua de mar.
Pasaremos hambre y nos
darán sobras y ratas.
Tendremos frío y nos
dirán joderos y remad más fuerte.
Al que por su cansancio
se lamente lo condenarán a doble jornada.
Al que se queje cien
latigazos.
Al que se enfrente lo
arrojarán del barco;
donde tiburones más
nobles que los de cubierta
para evitarle el
sufrimiento de morir ahogado
por humanidad se lo
comerán. Por suerte,
será todo muy rápido.
Esto que hoy es un
vulgar trirreme, de castigo y trabajo,
como crucero de placer nos
vendieron a precio de oro cada pasaje.
Y tras algún soborno
también los vicios.
El viaje sería por el
mediterráneo, con fiestas bailes y escalas:
empezando por las islas
griegas.
Hermoso y antiguo
pueblo, o quizás poblado,
que vivía de visitar
sus ruinas y hoy vive sobre los escombros.
Lo que antes era
historia y sabiduría,
es hoy desolación abandono
y llanto.
Fue entonces cuando nos
detuvieron.
Y los carteles de plástico,
las pinturas frescas,
los cuadros lámparas tapices
falsos,
la sonrisa agarrotada
de la tripulación,
desaparecieron.
Fue ese día cuando nos robaron
el equipaje la cartera
las joyas sencillas de
los abuelos los juguetes complicados de los hijos.
También los hijos para
no volver a verlos,
y quizás venderlos o
abusar de ellos.
Nos quitaron la ropa
nos detuvieron nos retuvieron
y a los romos remos del
crucero fantástico nos encadenaron.
Todo era cartón todo
era mentira sólo era una trampa.
Hoy queda el
desasosiego la vista cansada
el horizonte lejano e incierto.
Y sobre él,
la mirada perdida.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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