TRATO HECHO
Voy perdiendo la vista,
por la edad o el cansancio;
o porque nada hay
decente que ver,
y lo que al principio surgió como el drama irremediable del momento
es hoy mi verdadera razón
para estar con los dos pies en un mundo.
Que es este, pero bien
podría ser el otro:
si sólo viera lo que
hay que ver.
Tengo ruidos en el oído:
Pitidos zumbidos
chasquidos crujidos. A veces,
gritos.
Como si alguien se
estuviera quejando de que no encuentra su sitio:
bien sea porque lo ha
perdido tal vez porque se lo han robado.
Tengo suerte, con cada
chirrido nuevo,
me entero menos de lo
que está pasando.
Otra razón de peso para
no salir volando.
Los que se enteran no
pueden, qué es la información sino un lastre
que atrapa a quienes todo quieren saberlo. Vano empeño.
¿Pues no empeñan la
vida y las ilusiones?
Me mordí la lengua en
mi último debate público:
efectos de la anestesia
en la gobernabilidad de los pueblos.
Me la mordí y me la
tragué. Para no debatir,
antesala de lo que concluye
en discutir,
previo de lo que se
llama luchar,
que por costumbre degenera
en combatir.
Tras una tranquila
digestión, he encontrado el bienestar en esto de no poder
hablar.
Como no ver, ni oír, y
callar.
Vivo ahora en un mundo feliz. Tengo la paz completa.
Siento el nirvana y rozo el éxtasis,
me embeleso con mi mismidad y me enajeno con mí
tanto como conmigo mismo me pasmo,
a cada segundo del tiempo.
Vivo ahora en un mundo feliz. Tengo la paz completa.
Siento el nirvana y rozo el éxtasis,
me embeleso con mi mismidad y me enajeno con mí
tanto como conmigo mismo me pasmo,
a cada segundo del tiempo.
Desde esta isla de la
ignorancia puedo deciros hermanos
que no os cambio mi
sitio.
Que me sobra lo que sabía,
me hiere lo que vi,
me molesta lo que
escuché, me arrepiento de lo que dije.
No me supliquéis que
vuelva.
Al igual que yo, por nada
os pediré
¡volved!
© CHRISTOPHE CARO ALCALDE
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