MARE NOSTRUM
Mare nostrum de cada
día que estás en los cielos
santificado se ha tu
infierno
que el mar embravecido
y revuelto de la ira de los mercados
ha dejado desposeídos
desarraigados y muertos.
Con la temeridad que
nos caracteriza y falta de miedos
habíamos decidido invertir
en bienes y raíces afirmando
que éste era un buen momento.
Con la soberbia que les
caracteriza y su derroche de medios
han dicho los expertos
que no.
¡Pisha, que este es un
mar momento!
En consecuencia y como
no podía ser de otro modo
tú te has ido a vivir
al centro mismo, del mar muerto.
Entre algas peces de
colores grises catamaranes y plásticos
quieren construir un
imperio hotelero mediático.
A salvo de tempestades
y con tsunamis por encargo
provocarán el oleaje
que satisfaga a los VIP
-que entierre a la
chusma bajo el mapa de cartón del mundo subastado barato-.
Con crestas de cinco metros
y espuma merengada
-acostumbrados que están
a surfear en acciones y rebozarse en la arena,
dineraria-
nada les parecerá un
exceso.
Nosotros, bajo la
superficie
en caballitos de mar
cabalgaremos por praderas de posidonias
conteniendo la
respiración para no explotar de alegría, o dolor;
menos aún molestar.
En los atardeceres lánguidos
por el exceso de las emociones fuertes
el disco rojo del sol
se oculta tras el horizonte salado
y un mar inquieto y
lleno de dudas nos sobrecoge.
Durante el sueño nos
sobresalta:
el miedo de haber
perdido la sobreprotección del estado paterno.
También éste los
tiburones del mar,
del mare nostrum de
cada día que es este mar que parece estar muerto
y en el que sin saber la
razón queremos seguir despiertos,
lo han devorado dándose
el mejor festín.
Apaga la luz de la
mesita. Desconecta el oleaje de la bañera.
Desenchufa el proyector
que pone en tu techo el mar intenso de los Sargazos.
Duerme hijo mío en paz
contigo mismo y con los demás,
quizás,
que el mar profundo y
de la noche negro
calme tu sueño y tu
malestar.
Tal vez mañana tras la
ventana
la brisa fresca del
amanecer
el infinito azul del cielo fundido en el mar
el infinito azul del cielo fundido en el mar
el picor suave de la
arena en la cara
el olor a sal como sólo
huele esa sal del mar
el ruido de las olas
que nunca es ruido que es un ronroneo
se haga realidad.
© CHRISTOPHE CARO
ALCALDE
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