miércoles, 17 de abril de 2013

SERVICIOS PÚBLICOS



SERVICIOS PÚBLICOS


La cantimplora rebotó escaleras abajo hasta llegar del cuarto piso al segundo.
A falta de un rellano para alcanzar lo que sería el primero.
Con el peso apropiado los golpes precisos la gravedad tirando
y el azar ayudando casi diría empujando,
llegó en lo que se llama un pis pas.

Arriba, un niño llorando. Por la rabia y su cantimplora.
A la puerta de casa:
buhardilla en la zona vieja de la ciudad.
Achicharrante en verano heladora en invierno.
Entre ambos extremos, mucho descontento.
E infelicidad y tristeza y soledad y millones de malos momentos.

Ahí dentro la vida no era fácil para nadie:
la madre mal empleada el padre pluriempleado los hermanos explotados.
Aun así, de todos lo peor para él.

Solo sin su cantimplora se sentó en la escalera sin atreverse a llamar a la puerta.
Completa desolación hecha carne temblorosa y amoratada.
En su cuerpo las marcas de la vida, de la mala vida que no todas son iguales.
En la cantimplora sus sueños:

Que mi mamá no me pegue que mi papá esté en casa que mis hermanos vuelvan.
Que no haya habas para comer que éstas me dan arcadas.
Que reviva el pollo muerto en la caja.
Que encuentre mi camión de bomberos
y me dejen ver un poco la tele.

Que hoy pueda dormir en mi cama y esta noche tenga algún rato de paz.
Que mañana no me despierte:
no quiero ver más este mundo de tormento y miseria.

La cantimplora rompió el tapón con los golpes.
Boca abajo, fueron cayendo las canicas de goma y los sueños.
Bolitas unos y otras que alcanzaron el portal y la calle.
Afuera:
barrenderos municipales recogiéndolo todo. Y maldiciendo:

¡Mira que es sucia la gente!


© CHRISTOPHE CARO ALCALDE

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