lunes, 23 de julio de 2012

CRAZY LOVE






CRAZY LOVE


Angie y John se amaron con locura hasta que llegó la guerra.
El conflicto los separó sin remedio:
él al frente a matar o dejarse hacerlo. Según conviniera
a la diplomacia embustera.
Ella a retaguardia:
a curar heridos o dejarse morir de espanto. Según fuera.

John siempre había sido un hombre valiente.
De los que te hablan con honradez y te miran de frente.
Superados los primeros quince días de entrenamiento
lo encajaron en una trinchera de sacos terreros y barro.
Y a espiar y disparar al contrario.
Liquidó a más de cincuenta enemigos antes de estallársele la cabeza.
Un día, de un gran salto salió de la trinchera y se puso a gritar,
¡mamá mamá llévame a casa!
Una bala le estalló la cabeza por segunda vez.
Y le llevó a casa.

Angie fue toda su vida una niña enclenque:
enfermó gravemente más de diez veces antes de cumplir los veinte.
La última, neumonía aguda.
De su propia experiencia sacó ella los conocimientos necesarios
para atender a los heridos.
Era entre todas las locas la mejor enfermera. Resucitó a más de cincuenta
que los expertos habían dado por muertos.
Con amor y paciencia. Y algo de morfina para el dolor.
Para combatir el dolor, físico y mental,
nada como ausentarse dejándolo solo.

Por error le llevaron a John.
Algún intendente borracho confundió los cuerpos
y a la fosa común arrojaron a un vivo.
Vivo que debía haber sido un muerto para enterrar en su casa.
A Angie le estalló la cabeza: ataque psicótico agudo e irreversible.

Angie y John se amaron con locura.
Hasta que llegó la guerra.

De su amor sólo quedó... la locura.

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