CRAZY LOVE
Angie y John
se amaron con locura hasta que llegó la guerra.
El conflicto
los separó sin remedio:
él al frente
a matar o dejarse hacerlo. Según conviniera
a la diplomacia
embustera.
Ella a retaguardia:
a curar heridos
o dejarse morir de espanto. Según fuera.
John siempre
había sido un hombre valiente.
De los que te
hablan con honradez y te miran de frente.
Superados los
primeros quince días de entrenamiento
lo encajaron
en una trinchera de sacos terreros y barro.
Y a espiar y
disparar al contrario.
Liquidó a más
de cincuenta enemigos antes de estallársele la cabeza.
Un día, de un
gran salto salió de la trinchera y se puso a gritar,
¡mamá mamá llévame
a casa!
Una bala le
estalló la cabeza por segunda vez.
Y le llevó
a casa.
Angie fue toda
su vida una niña enclenque:
enfermó gravemente
más de diez veces antes de cumplir los veinte.
La última, neumonía
aguda.
De su propia
experiencia sacó ella los conocimientos necesarios
para atender
a los heridos.
Era entre todas
las locas la mejor enfermera. Resucitó a más de cincuenta
que los expertos
habían dado por muertos.
Con amor y paciencia.
Y algo de morfina para el dolor.
Para combatir
el dolor, físico y mental,
nada como
ausentarse dejándolo solo.
Por error le
llevaron a John.
Algún intendente
borracho confundió los cuerpos
y a la fosa
común arrojaron a un vivo.
Vivo que
debía haber sido un muerto para enterrar en su casa.
A Angie le estalló
la cabeza: ataque psicótico agudo e irreversible.
Angie y John
se amaron con locura.
Hasta que llegó
la guerra.
De su amor sólo
quedó... la locura.
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