domingo, 8 de julio de 2012

SUPERMERCADO






SUPERMERCADO


Ayer vi a media clase media debatir con su otra media
cuánta fruta quedaba en la nevera.
Si pasaban para siempre de la leche enriquecida
y se iban a por la más barata para el resto de su vida:
leche pobre para gente empobrecida.
Y si quedaban huevos suficientes para toda la semana.
Para esta semana sí, mi amor. –Dijo media clase a la otra media.
Para esta semana sí. Parece que huevos y ovarios sea lo único que tengamos.
Y que debamos aguantar aquí y así hasta que nos maten.
Eso no lo harán, mi cielo. –Respondió media a su otra media.
Nos dejan vivir porque nos necesitan.

Cae sobre nuestras espaldas todo el peso del estado.
Y del mundo. Y sobre él, liviano por escaso el de unos pocos.

Ayer vi a dos media clase renunciar a las cerezas.
Y a los melocotones y a las fresas. Nada de mangos
ni frutas tropicales. Solo bananas que son baratas y malas.
Decir adiós a las chuletas de buey. Y de ternera y de vaca.
Abrir con falso entusiasmo la bolsa de la compra al despiece de pavo.
Y de pollo y algo de conejo.
Todo porque es más sano no te pene no se consuela el que no quiere.
Mirar al pescado fresco con asombro, por brillante y por caro.
Acostumbrados como están al congelado: más barato, triste y apagado.
Les vi volver a las legumbres a granel, la pasta blanca.
Blanca por solitaria en el plato que es de un blanco inmaculado.
El arroz… de marca blanca también blanco saludable en el plato solitario.
Nada de tropiezos que como su nombre indica no son sino un estorbo.
Nada de colores que el minimalismo ha creado escuela sin quererlo:
del restaurante de tendencias picota de la moda
precios para estrellas cantidades para pájaros
a la mesa de casa aburrida discreta deprimida.
Comida barata a precios de estrellas que no somos
presentada como alpiste a ver si dura.

-          ¿Y si nos reconvertimos a veganos mi amor?
Ese lujo sí podemos afrontarlo. Diremos
que hemos abrazado este nuevo ecologismo.
Que somos guerrilleros del resignacionismo.
Además, ya lo son todos los amigos.

Ayer he visto el pánico en los ojos de dos mitades clase media
que ni juntos hacen una entera y siguen siendo clase media
mirar con terror a su bebé de siete meses.
Que es como mirar al futuro sombrío y perdón la redundancia:
hace tiempo que futuro y sombrío son sinónimos.
Acariciarlo con pena y pedirle perdón por haberlo traído a este mundo.
En el que los padres ya no pueden vivir y no quieren estar.
Renunciar a los pañales extra dry culito seco en niño pobre no es posible
A los potitos de alta gama como el pienso de los perros
Las toallitas de papel que de tela son mejor porque duran para siempre
Las tontadas Hello Kitty el sonajero Bob Esponja toda la indumentaria Micky.
Y por ello no lamentarse ni puta falta que hace.
Escenografía de superficie,
por superficial,
para un mundo submarino,
por hundido.

Ayer he visto atormentarse a dos mitades clase media con el carro vacío
y el ticket de la compra lleno. De ceros a la derecha.
De euros que son fortuna para obreros que trabajan como esclavos
y cobran como parados.
Descartar el pago con tarjeta pues qué son ellos
sino clientes de banco descartados. Paso previo a desahuciados.
Rascarse la cartera, los bolsillos. La piel hasta hacerse sangre.
Para pagar con ella, qué otra cosa ya nos queda,
la compra de una semana que ha de durar un mes.
Mejor que sean dos. Ahora que no hay paga extraordinaria
y todo tiene un precio extraordinario.
Y su valor, cada día es inferior.

Ayer he visto a una familia asomándose a la vida de familia
y retroceder asustada.
Refugiarse en el rincón de sus terrores y suplicar porque esta vida
que ahora toca que no es vida y sí agonía
pase sin mirarlos. Sin rozarlos.
Si no son nada es mejor quedarse entre la nada.

Ayer he visto. Hoy no los veo. Mañana,
mañana me toca a mí.





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