SUPERMERCADO
Ayer vi a media clase media debatir
con su otra media
cuánta fruta quedaba en la nevera.
Si pasaban para siempre de la leche
enriquecida
y se iban a por la más barata para
el resto de su vida:
leche pobre para gente empobrecida.
Y si quedaban huevos suficientes
para toda la semana.
Para esta semana sí, mi amor. –Dijo
media clase a la otra media.
Para esta semana sí. Parece que
huevos y ovarios sea lo único que tengamos.
Y que debamos aguantar aquí y así
hasta que nos maten.
Eso no lo harán, mi cielo.
–Respondió media a su otra media.
Nos dejan vivir porque nos
necesitan.
Cae sobre nuestras espaldas todo el
peso del estado.
Y del mundo. Y sobre él, liviano
por escaso el de unos pocos.
Ayer vi a dos media clase renunciar
a las cerezas.
Y a los melocotones y a las fresas.
Nada de mangos
ni frutas tropicales. Solo bananas
que son baratas y malas.
Decir adiós a las chuletas de buey.
Y de ternera y de vaca.
Abrir con falso entusiasmo la bolsa
de la compra al despiece de pavo.
Y de pollo y algo de conejo.
Todo porque es más sano no te pene no
se consuela el que no quiere.
Mirar al pescado fresco con
asombro, por brillante y por caro.
Acostumbrados como están al
congelado: más barato, triste y apagado.
Les vi volver a las legumbres a
granel, la pasta blanca.
Blanca por solitaria en el plato
que es de un blanco inmaculado.
El arroz… de marca blanca también
blanco saludable en el plato solitario.
Nada de tropiezos que como su
nombre indica no son sino un estorbo.
Nada de colores que el minimalismo
ha creado escuela sin quererlo:
del restaurante de tendencias
picota de la moda
precios para estrellas cantidades para
pájaros
a la mesa de casa aburrida discreta
deprimida.
Comida barata a precios de estrellas
que no somos
presentada como alpiste a ver si
dura.
-
¿Y si nos reconvertimos a veganos mi amor?
Ese lujo sí podemos afrontarlo. Diremos
que hemos abrazado este nuevo
ecologismo.
Que somos guerrilleros del
resignacionismo.
Además, ya lo son todos los amigos.
Ayer he visto el pánico en los ojos
de dos mitades clase media
que ni juntos hacen una entera y
siguen siendo clase media
mirar con terror a su bebé de siete
meses.
Que es como mirar al futuro sombrío
y perdón la redundancia:
hace tiempo que futuro y sombrío
son sinónimos.
Acariciarlo con pena y pedirle perdón
por haberlo traído a este mundo.
En el que los padres ya no pueden
vivir y no quieren estar.
Renunciar a los pañales extra dry
culito seco en niño pobre no es posible
A los potitos de alta gama como el
pienso de los perros
Las toallitas de papel que de tela son
mejor porque duran para siempre
Las tontadas Hello Kitty el
sonajero Bob Esponja toda la indumentaria Micky.
Y por ello no lamentarse ni puta
falta que hace.
Escenografía de superficie,
por superficial,
para un mundo submarino,
por hundido.
Ayer he visto atormentarse a dos
mitades clase media con el carro vacío
y el ticket de la compra lleno. De ceros
a la derecha.
De euros que son fortuna para
obreros que trabajan como esclavos
y cobran como parados.
Descartar el pago con tarjeta pues
qué son ellos
sino clientes de banco descartados.
Paso previo a desahuciados.
Rascarse la cartera, los bolsillos.
La piel hasta hacerse sangre.
Para pagar con ella, qué otra cosa
ya nos queda,
la compra de una semana que ha de
durar un mes.
Mejor que sean dos. Ahora que no
hay paga extraordinaria
y todo tiene un precio
extraordinario.
Y su valor, cada día es inferior.
Ayer he visto a una familia asomándose
a la vida de familia
y retroceder asustada.
Refugiarse en el rincón de sus
terrores y suplicar porque esta vida
que ahora toca que no es vida y sí
agonía
pase sin mirarlos. Sin rozarlos.
Si no son nada es mejor quedarse
entre la nada.
Ayer he visto. Hoy no los veo. Mañana,
mañana me toca a mí.
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