domingo, 8 de julio de 2012

DE PIE






DE PIE


Rara vez tengo la certeza de estar haciendo lo correcto.
Di atinar al primer golpe el clavo a meter. Con frecuencia fallo.
O peor, me atizo yo.
Normalmente, sangro.

Contadas son las ocasiones en que tomé la senda apropiada.
Suele ocurrirme que el camino elegido desemboca en el barranco.
Y claro, una vez allí, o me tiro o me vuelvo. Es decir, me rindo.
Esto es, fracaso. De vuelta al punto de partida.
¿Quién tiene ganas de volver a empezar? Por esto, antes de tornar
prefiero arrojarme. Que no se entere nadie de que he vuelto a equivocarme.

No soy capaz de recordar las veces que saqué la carta más alta.
Y si alguna vez reventé la banca. Llevándome la pasta y la chica más guapa.
También la más puta, pero dado el momento,
es lo que interesaba.
Si no soy capaz de recordar que semejante cosa ocurriera
será que no pasó ninguna.

Seguiré soñando.
Seguiré deseando un cambio de rumbo.
Un golpe de suerte esquiva y renegada.
Seguiré creyendo que todo es posible aunque sea mentira.
No vaya a ser, que por no creer, no ocurra nada.
Será entonces una cuestión de fe.

Seguiré tratando de acertar con mi próximo golpe.
De evitar ir al hospital a reparar el dedo y la mano.
Tomaré nuevos senderos
que espero no me despeñen como los mil anteriores:
estoy tan cansado de recoger mis pedazos
que ya no sé si los tengo todos. O voy dejando por la vida
trozos de mi cuerpo ajado.

Apostaré nuevamente en la próxima partida.
Quiero llevarme el botín que resuelva mi vida.
Y la chica con quien compartirla.
Seguiré estando aquí. Levantándome después de caer.
Luchando para mantenerme en pie.
Pero no será por fe, esta ya la agoté,
sino porque…
porque…

¿Qué otra cosa puedo hacer?





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