DE PIE
Rara vez tengo la certeza de estar
haciendo lo correcto.
Di atinar al primer golpe el clavo
a meter. Con frecuencia fallo.
O peor, me atizo yo.
Normalmente, sangro.
Contadas son las ocasiones en que
tomé la senda apropiada.
Suele ocurrirme que el camino
elegido desemboca en el barranco.
Y claro, una vez allí, o me tiro o
me vuelvo. Es decir, me rindo.
Esto es, fracaso. De vuelta al
punto de partida.
¿Quién tiene ganas de volver a
empezar? Por esto, antes de tornar
prefiero arrojarme. Que no se
entere nadie de que he vuelto a equivocarme.
No soy capaz de recordar las veces
que saqué la carta más alta.
Y si alguna vez reventé la banca.
Llevándome la pasta y la chica más guapa.
También la más puta, pero dado el
momento,
es lo que interesaba.
Si no soy capaz de recordar que
semejante cosa ocurriera
será que no pasó ninguna.
Seguiré soñando.
Seguiré deseando un cambio de
rumbo.
Un golpe de suerte esquiva y
renegada.
Seguiré creyendo que todo es
posible aunque sea mentira.
No vaya a ser, que por no creer, no
ocurra nada.
Será entonces una cuestión de fe.
Seguiré tratando de acertar con mi
próximo golpe.
De evitar ir al hospital a reparar
el dedo y la mano.
Tomaré nuevos senderos
que espero no me despeñen como los
mil anteriores:
estoy tan cansado de recoger mis
pedazos
que ya no sé si los tengo todos. O
voy dejando por la vida
trozos de mi cuerpo ajado.
Apostaré nuevamente en la próxima
partida.
Quiero llevarme el botín que
resuelva mi vida.
Y la chica con quien compartirla.
Seguiré estando aquí. Levantándome
después de caer.
Luchando para mantenerme en pie.
Pero no será por fe, esta ya la
agoté,
sino porque…
porque…
¿Qué otra cosa puedo hacer?
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