TIEMPO DE PRESBICIAS
“Doy
graacias a la vidaaa”... Desde que estoy perdiendo la vista.
Cuántos
disgustos me ahorra este precioso regalo.
Sí, lo sé.
Poco
vistoso.
Sin duda es
una gran ventaja no ver lo que está pasando.
La no
información es la mejor defensa, evita el sufrimiento.
No
confundir con desinformación. Más habitual,
pero a
mayor intoxicación más daño.
Dice mi médico
que debo ponerme gafas.
Que sea
otro ciudadano modelo y me deje de resistencias.
Hay que ver
para actuar después.
El problema
es que yo no quiero.
Puestos a
no querer, ni siquiera me apetece mirar. Que duele lo que se ve.
Más lo que
no se ve.
Y ya
dolores me sobran.
Así que yo
quiero ser más ciego, que el que no quiere ver.
Porque ver
es sufrir y sufrir es solo una forma de irse lentamente muriendo.
Bien es
cierto que hace tiempo dudo de si estoy vivo o muerto.
No veo
porque no quiero, no oigo por el grito que llevo dentro.
No hablo
pues me dejó mudo el espanto. No siento.
Sin embargo,
presiento.
Que esta huída
hacia la oscuridad será un camino sin retorno.
Un andar
entre las sombras de todos los que me rodean.
Muertos que
no saben que lo están.
Agarrados a
una vida que no es. En un mundo que se fue y no volverá.
Ver es
descifrar los rebotes de la luz. En su ausencia, no hay nada que ver.
Si somos
sombras viviendo en este mundo de tinieblas,
para qué
quiero yo gafas.
© CHRISTOPHE
CARO ALCALDE
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