TALENTO HUMANO
Esto de despertar es el momento más
delicado del día.
No por tierno:
qué puede haber de sensible
en este denso hueso que nos golpea
a las mañanas.
Sino por frágil.
De esa fragilidad que nada tiene
que ver con la ternura.
Y sí con el quebranto.
Con el romperse por dentro y por
fuera
a la primera insinuación del alba.
Tenemos por delante otras dieciocho
horas de misterio.
El enigma para el que no es fácil encontrar
una respuesta:
¿Qué empeño hay en seguir aquí?
¿Cuándo vivir dejó de ser una
ilusión?
En ese momento se convirtió en
obstinación.
Y si la obstinación y la terquedad
caminan juntas
significa que a pocos pasos por
detrás va la necedad.
Por la necedad llegamos a la
estupidez.
Y una vez instalados en ella…. ¡Ya
tenemos el porqué!
Se desveló ese tonto misterio
de saber para qué estamos en el
mundo.
Y la pregunta no es para qué,
como si hubiera un noble objetivo
que cumplir
en la dura tarea diaria de existir.
Sino un porqué.
Un porqué tan elemental y simplón
que sonroja descubrirlo:
Porque somos estúpidos cobardes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario