ALE-MON
Veinte son los meses que Alejandra y Sólomon han vivido en esta
tierra.
Entonces era de apátridas, hoy también de desposeídos.
De incautados por la injusticia legal
proveniente de un gobierno gobernado
por el único poder que en un mismo gesto compra voluntad y
respeto:
dícese del poder económico.
Veinte meses en este reino de imbéciles y títeres.
De presidentillos ministrillos alcaldillos.
Léase caudillos para no perder la costumbre
de que se pierdan las costumbres de obedecer y callar.
“Dale un carguillo si quieres conocer a Luisillo”.
Veinte meses viviendo en un paraíso de cartón
y luminosos de neón flaseando “Ven y cuéntalo”.
Esto era antes,
hoy la fiesta se acabó y no hay neón que brillar pueda
por temor a una revuelta callejera:
“Demasiado insulto esto ya no hay quien lo soporte”.
Alejandra está furiosa,
alternativa productiva a la de estar desesperada,
y ha pintado en la pared:
“Ven y cuéntalo. Pero cuenta la verdad que duele más”.
Sólomon le ayuda con el espray y la escalera.
Ambos entrenan a diario, por si toca salir corriendo.
Hijo puta y maricón el último.
“Ven y sal corriendo, mejor no vengas para esto”.
Alejandra trajo una maleta de prescindibles y un neceser de
sueños.
Sólomon de ideales y proyectos. En su maleta,
ropa vieja qué más da si es sólo ropa.
¿Quién valora lo que soy por lo que tengo?
Sólo los necios, y para éstos, ni estoy ni soy.
Atrás quedó la tierra de las oportunidades.
Enfrente la del desengaño.
Tarde llegaron al espejismo que sedujo a los sin papeles del mundo:
“¡En España hay trabajo y documentos para todos,
corramos!”
Mentiras de traficantes de almas, pero entonces qué importaba.
Se dice que aquel presidentillo, con un chispún lo arreglaba.
Era ese espejismo una imagen de cristal,
como tal se rompió sin avisar.
Los papeles se los llevó el viento,
y los que no, se mojaron.
Tampoco queda papel para consolarnos.
“¡A dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre!”
Hubo suerte, se emborrachó dios ese día y de nada fue testigo.
Gone with the wind.
Puede rehacer Alejandra hoy su juramento:
“¡A todos pongo por testigo que jamás volverán a humillarme!
¡Que me burlaré un día de este país de mendigos!”
Sólomon la escucha y calla.
Nada hay que añadir, cuando todo ya se ha dicho.
© CHRISTOPHE
CARO ALCALDE
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