SERVICIO DE LIMPIEZA
Buscaba entre los
contenedores restos de comida que pudieran resolverle el drama diario de
alimentar a dos pequeños, cuando un fuerte golpe le hizo perder el sentido. De la
vida. Cayó al suelo como una piedra y con los ojos abiertos de espanto. No comprendía.
Expresión que 183 centímetros de brutalidad policial y majadería confundió con
una manifestación de desobediencia.
Amparado por la última
reforma del código penal, que prohibía expresamente el desacato a la autoridad
como medida extrema de supervivencia gubernamental para contener a ciudadanos
descontentos, el policía contraatacó con una violenta tanda de porrazos hasta
que le reventó los ojos. Y la frente.
179 centímetros de
cinismo y obediencia debida se acercó y preguntó: -¿Qué ha pasado?
-Este mierda, que lo
está poniendo todo perdido.
179 centímetros miró al
suelo y vio la mancha de un charco de sangre extendiéndose por la acera. Sobre ella,
y sobre la mancha, el cráneo abierto de 159 centímetros de hombre mal vestido. Y
muerto. Otro problema más. O menos.
-Es verdad. –respondió obediencia
debida comprobando con sus propios ojos de cinismo cómo la mancha le llegaba
hasta las botas de trabajo. -¡Qué asco! –añadió sacudiéndose las suelas contra
el adoquinado-. –Vamos a limpiar esto. Que
ha ordenado el alcalde proteger al turismo exterior de esta maldita escoria españolita.
183 y 179 centímetros
españolitos cargaron el cuerpo para arrojarlo al contenedor, a lo que 183 preguntó:
-¿Esto dónde va, al orgánico?
-No sé, ¿la hebilla del
cinturón es de metal o plástico?
© CHRISTOPHE
CARO ALCALDE
No hay comentarios:
Publicar un comentario