DE PRADA
Ansud vende
gafas camisetas cinturones y bolsos de imitación
en los
rastros que le dejan.
Buena imitación,
por cierto. Y en realidad no la vende, sólo la enseña.
Porque vender
no vende nada, ya lo dice él.
Ni él ni
otros doce. Como él.
En este
rastro para curiosos necesitados esnobs
o
españolitos cada día menos esnob
y más caídos.
Los trece
compran el producto a un revendedor sin escrúpulos
palabra ni
humanidad que lo importa de asiáticos talleres clandestinos.
Nada original,
no vale la pena y cuesta más.
Todo copias
falsas, es lo que da dinero.
No a Ansud
y sus doce compatriotas.
Pero no
siempre se dedicó a esta mierda de negocio.
Con productos
falsos para españolitos con menguantes recursos.
Antes vendía
pescado.
Diez años
limpiando bodegas cargando redes cargando hielo al final pescado.
Que para
todo hay clases y demostrar que lo vales.
Más cuanto
más negro.
Y Ansud lo
es mucho.
Negro profundo
negro dolor negro hambre negro soledad negro desesperanza.
Más negro
que él, sólo la muerte.
Ahora,
también el futuro.
En esta
España de blancos viendo la vida color negro.
Me cuenta,
porque vender no me vende
ni siquiera
lo intenta que ni le gusta ni merece el esfuerzo la pena,
que aquí
pasa hambre.
Otra vez
con el hambre royéndole los pies.
Porque el
hambre no da de comer pero come.
Que para
esto no dejó Senegal. Que se vuelve.
No caminó
medio mundo para vivir
igual.
Aquí, dice,
la vida está muy mal. Os han engañado con el euro.
Y con
Europa y con todo.
-¿Puedo ver
ese bolso?
Pregunta
una españolita de mediana edad con aspiraciones
a engañar. De
Prada porque ella sí puede. Y lo vale.
-¿Cuánto
es?
-Para usted
cincuenta señora.
-Muy caro
lo dejo.
Ya no lo vale.
-¿Lo ves? –me
pregunta.
-Aquí la
vida está muy mal –me confirma.
¡Y me lo
dice a mí, que yo no me puedo marchar!
© CHRISTOPHE
CARO ALCALDE
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