JUEGO DE LA SILLA
Tengo que sentar prioridades. Definirme.
Tomar decisiones. Algunas importantes.
Otras, no sirven ni para sentarte.
Debo sentar la cabeza. He comprado una silla al efecto.
El equipamiento, es muy importante.
Dejando la cabeza en la silla, para sentarla junto a mis
prioridades,
tengo libertad.
De movimientos.
Yo me muevo ella me observa. Yo actúo ella me deja.
Contaré hasta tres, o tres mil antes de dar el gran salto:
el de sentar prioridades definirme sentar la cabeza moverme.
Teniéndolo todo calculado, de a tres mil veces la cuenta,
quizás aterrice de pie. De mi salto.
Para variar.
Hasta ahora siempre caí de cabeza. No veas tú lo que duele,
darse una hostia tras otra. No teniendo con qué repararse.
Puedo suavizar el próximo golpe. Contra el suelo,
contra el marco de la puerta contra el banco de piedra: ¡Esto es
un atraco!
¡Aquí nadie se mueve!
Son de piedra.
Ellos atracan no al revés. Está mal visto y perseguido.
Debo poner el vendaje antes de hacerme la herida. Duele menos.
Encolar las patas, de la silla, antes de saltar sobre ella. Y romperlas.
Cerrar los ojos de la cabeza sentada: yo tropiezo ella no sufre.
He de resolver conflictos que no puedo.
Afrontar problemas que me van grandes.
Dominar situaciones para las que no estoy preparado.
Y he de hacerlo solo. Aquí, para no variar.
Si me ayudaron fue por interés. Cuando me interesó que lo hicieran,
no fue.
Me pregunto hasta cuándo va a durar esto.
Me respondo no seas imbécil ya lo sabes hasta siempre.
He de hacer tantas cosas inútiles, por obligación costumbre o
supervivencia.
Y estoy tan cansado. De todo.
Y tan harto.
Unas se resuelven con tiempo, no lo tengo.
Otras con dinero, no me queda.
Las que ni uno ni otro, con mucho dinero.
De esto menos.
Estoy cansado y harto y atrapado, lo peor,
en la telaraña diaria de subsistir.
Que no es otra cosa que retorcerse viendo acercarse a la araña.
Estoy, donde no quiero estar.
© CHRISTOPHE
CARO ALCALDE
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